¿DE QUÉ SON TIEMPOS LOS TIEMPOS DE EMERGENCIA?
«Así, pues, este tiempo fuerte viene a recordarnos, fuera de la casa, las condiciones originarias más ostensibles: la mortalidad, la susceptibilidad a caer enfermos, la fragilidad de la vejez. Pero dentro de la casa, emergen todas las otras condiciones básicas de la existencia: el estar expuestos a separarnos de las personas que amamos, el tener que, eventualmente, convivir con personas que nos resultan hostiles y, sobre todo, ante la imposibilidad de escaparnos al mundo y encontrar allí distracción, venir a darnos de bruces contra un desasosiego, una ansiedad o insatisfacción de fondo (esto es lo que literalmente significa dukkha), como muchas personas están constatando de manera dramática durante la cuarentena. En otras palabras, quedarse en casa no garantiza un espacio capaz de ofrecer calor, claridad, refugio, y esto es tanto como decir que, por gruesas que sean las paredes, por hermético que sea el techo, si no hay hogar se está a la intemperie».
«La muy exactamente denominada emergencia sanitaria que nos toca es un tiempo fortísimo. Es posible que nunca antes haya habido un fenómeno como el que estamos atravesando, donde tantas personas, al mismo tiempo, están inhabilitadas de seguir ignorando o huyendo de estas condiciones fundamentales y, por lo tanto, nunca antes hubo una masa tan diversa y populosa de seres humanos tan inevitablemente concernida con las condiciones elementales de la existencia como ahora. Cuando algo sucede en otro país, se puede decir (no sin cierta miopía): «Bueno, es en otro país». Pero esta vez es mundial, no hay adonde escapar. No hay entretenimientos suficientes, urgencias impostergables, compromisos inaplazables, no hay grandes ilusiones que perseguir. Ahora hay esto. Por una vez, es imposible percibirse como algo separado de lo que sucede a nivel planetario».
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11 Comentarios
Gabriel, acabo de finalizar de leer tu bellísimo texto. Me conmovió muchísimo.
La alegoría de Jonás y la Ballena, los elementos de la intemperie, la tempestad y el vientre, me hizo recordar el texto Apología de Platón, en el que Sócrates enfrenta su propia muerte.
Como lo manifiestas en tu escrito no hay un espacio seguro a donde hacerse para “escapar” o “resguardarse” para hacer frente al destino o la tragedia que trae consigo el acto de vivir. Sócrates lo sabe y renuncia a la invitación de sus alumnos que desean salvaguardar el cuerpo y la vida del maestro, violentando las leyes de Atenas y desatendiendo las virtudes con las que predicó y vivió Sócrates.
Indefectiblemente a todos nos llega ese momento culmen en el cual tenemos que enfrentar nuestra propia mortalidad y la de los amados.
Como dices en tu precioso texto tenemos un desafío humano muy alto para obligarnos a atravesar la tempestad, a saltar al vacío, a tocar fondo sin oponer resistencia; adentrarnos a la oscuridad y enfrentarnos al fin a eso que nos fragmenta.
Leonard Cohen tiene una preciosa frase extraída de la canción Anthem que dice:
There is a crack in everything/That’s how the light gets in
(Hay una grieta en todas las cosas/Así es como entra la luz)
Los que hemos atravesado y vivido de alguna manera en la oscuridad, (creo que sabes a qué me refiero) y hemos podido regresar de ese viaje con ojos distintos, con un espíritu renovado sabiendo que aquello que nos hundía no era sino el camino para encontrar la luz. Después de atravesar esa tempestad, si uno no regresa ataviado de humildad y agradecido con la batalla, el viaje no ha valido la pena ni ha concluido, y una vez más hemos desatendido la voz interna, la voz del propio daimon.
El lugar a dónde Sócrates había llegado antes de cruzar el Hades, y que el mismo Jonás encontró en el vientre del gran pez y donde algunas otras almas errabundas llegaron a descansar y encontrar la luz, aquel puerto tranquilo y seguro, no es sino uno mismo.
Gracias Gabriel, por la exhortación kairológica a pensar una y otra vez desde puertos más arriesgados y genuinos, y lejos de sitios cómodos, falsos y artificiales.
Edith Mayorga
Edith, muchísimas gracias por tu valioso comentario. Sé bien de qué hablas, con qué propiedad dices lo que dices y por eso tu comentario tiene esa fuerza.
Sócrates es un gran ejemplo también, por supuesto. Lamentablemente, no sabemos demasiado del Sócrates previo al hombre que acicatea a los atenienses. Siempre recuerdo que él se refiere en algún lugar a Zópiro (si mal no recuerdo), el fisiognomista, y cómo este hombre al verle el rostro se dio cuenta de los muchos vicios que Sócrates había tenido, es decir, de sus propias batallas, de su propia oscuridad (antes de ser el hombre virtuoso, bien que pícaro, que conocemos).
Y sí, la referencia a la canción de Leonard Cohen es absolutamnte precisa. Qué gran canción, qué gran poeta ese hombre. Pienso en él a menudo. Sin duda pienso más en él que en Hegel 😛
Me alegra muchísimo tener este comentario tuyo por aquí, Edith. Te reitero mi gratitud.
Pasaba por un aturdimiento debido al confinamiento y el estrés. La relectura del mito de Jonás fue casi divertida. Una buena sacudida.
Otra aportación, la de refugiarse en sí mismo, incluso cuando el confinamiento ha sido oportunidad para compartir.
Gracias. ¡Hasta la próxima!
Gracias, Rebeca. Me alegra saber que el texto te trajo algún beneficio. Hasta pronto.
¡Qué hermoso texto! No sabes cuánto agradezco esta enseñanza. Al ir leyéndolo, todo esta ansiedad y y miedo se fue desvaneciendo. El mito de Jonás y la ballena lo había leído y me parecía un cuento fantástico . La compresión de los simbolismos que hay en cada elemento de la historia, fue un insigth para mí. Reconocer que, desde hace tiempo, había estado huyendo de la responsabilidad que implica el vivir.
Me alegra mucho leer esto, Vero. Gracias por compartirlo aquí.
Un placer leerte, como siempre Gabriel. Una hermosa reflexión que nos da una luz para habitar y agradecer estos tiempos.
¡Muchas gracias, Yuli!
Estimado Gabriel,
Leído a la distancia, en estos tiempos de “nueva normalidad” que parecen traer algo del antiguo sosiego, o en que al menos la agitación general suscitada por la emergencia sanitaria se ha visto suplantada por la agitación de los negocios y las rutinas cotidianas, aparece el texto como una grata joya, que bien leído en su momento, pudo haber propiciado a más de uno la sabia palabra y la serena mirada. Pero ahora, cuando en gran medida todo lo que implicó dicha emergencia sanitaria y el confinamiento que le siguió parecen haber concluido y quedado en un pasado prontamente olvidable, leído concienzudamente el texto se revela aún más profundo y certero: pues que la emergencia no ha sido lo que ha acontecido allá afuera (llámese “mundo”, “país”, “ciudad” o incluso “casa”), sino que la emergencia la llevamos con nosotros, pendiendo como una vasta sombra que pocas veces miramos.
Desde el principio, hubo algo mítico en el acontecer de la pandemia planetaria (aunque, por lo demás, lo mítico es lo que ha estado desde el principio, y está siempre presente, actualizándose), y en este texto me parece que lo apuntas muy bien: no es sino esa dimensión de los tiempos fuertes en los que emergen las “condiciones originarias” la que ha estado siempre presente, y no pudo permanecer más velada cuando se sucedió la emergencia sanitaria; pero estas “condiciones originarias” suenan a ese ese Caos primordial, sobre el cual se edificó el imperio Olímpico. Así, la Tempestad no es más que una entidad (o un conjunto de circunstancias) de la progenie de Caos. La contracara de esto es el drama (o la comedia) en que se sumergen los personajes, cada uno de nosotros, y la oportunidad que la Tempestad representa para emprender ese sendero de autodescubrimiento, transformación y realización: a final de cuentas, ponerse en contacto con esa parte de Caos que también nos constituye, raíz de las tempestades que vemos y vivimos por fuera, y, como bien señalas, posibilidad también de encontrar un refugio.
Pero el refugio, acaso, no sea una conquista permanente, sino que haya que volver a él, y emprender el sendero (con mayor o menor dificultad) cada tanto. Nuevas comodidades, nuevos automatismos y nuevas distracciones nos han venido a borrar el amargo recuerdo de esos tiempos fuertes recién acaecidos, y con ello nos abren la puerta para evadirnos de las condiciones originarias, en las que se sustenta nuestra frágil vida. Si los momentos más álgidos de la crisis sanitaria fueron momentos de resguardo, de encierro, de sobrevivencia, pero también de descubrimiento y de contacto con esa región profunda donde guarecernos —a salvo, por sobre todo, de nosotros mismos—, ¿de qué son tiempos, estos que nos tocan ahora? ¿Es posible tener presentes a un tiempo lo fundamental de la existencia (dukkha) y ese núcleo interno que se encuentra más allá de todo temblor? ¿Es posible vivir sin perder reverencia por ese Caos mítico, pero con la serenidad de quien vive en armonía?
Son estas algunas de las cosas que me deja pensando tu bello escrito, Gabriel, el cual, de haberlo leído tiempo atrás en su momento, seguramente me hubiera significado otro pilar para asentarme en medio de la vorágine de los días aciagos. Aunque leído ahora no deja de ser una farola para seguir alumbrando el camino, y para recordarse que la luz más brillante es la que mana de las profundidades. ¡Gracias!
Estimado Jairo:
Te agradezco mucho tu generosísimo y jugoso comentario. Me alegra que, como dices, leído a la distancia el texto te haya movido a pensar ciertas cuestiones. La pregunta “de qué es tiempo este tiempo”, la pregunta kairológica fundamental “de qué es tiempo ahora” siempre ayuda a enfocar con mayor perspectiva las cosas, de modo que tu invitación a pensar sobre la oportunidad de estos tiempos que están corriendo me parece muy pertinente.
Por otro lado, no solo creo que es posible vivir con la conciencia de las condiciones fundamentales que producen malestar y, a la par, poder trascender ese malestar, sino que no es posible trascenderlo sin tener una patente conciencia de estas condiciones originarias. Esto no quiere decir obsesionarse ni abrigar pensamientos fúnebres, solo es una exhortación: vas a morir, vas a enfermar, vas a envejecer, vas a separarte de las personas que amas, vas a tener que coexistir con personas que te resultan desagradables, vas a desear incesantemente sin encontrar una satisfacción perenne: ¿qué harás con todo esto? De ahí que este asunto haya sido el que vertebra el primer discurso del Buda, conocido como Sutra de Benarés, pues de eso se trata el budismo, de eso se trata la filosofía también, de advertir las condiciones que tocan y preguntarse qué hacer con todo eso y explorarlo poniendo en juego la propia existencia.
A ti gracias por darte un paseo por aquí, leer el texto y dejar este nutrido comentario, que aprecio enormemente.
Gracias a ti Gabriel, siempre un placer leerte. ¡Saludos!