CARTA A UNA MUJER QUE CREE SER UN FRACASO POR SU SOBREPESO
Comparto esta carta, escrita en respuesta a un mensaje recibido a través de mi página de Acompañamiento por correspondencia, con la esperanza de que pueda ser de ayuda para otras personas. Aunque el problema que se aborda aquí tiene que ver, en principio, con el sobrepeso y las creencias asociadas a él, el asunto es más profundo y podría valer para cualquier caso en el que hacemos de una única cualidad, «buena» o «mala», el núcleo mismo de nuestra identidad personal.
Puedes leer y/o descargar la carta aquí:
4 Comentarios
Estimado Gabriel,
Gracias por compartir esta carta, ha sido ciertamente reveladora frente a una cuestión en la que seguramente, como bien haces alusión, muchos estamos inmersos.
La identidad probablemente sea una de las cosas más escurridizas a las que un ser humano se enfrenta, lo cual no impide que se la tenga por lo más seguro y definitivo, pues de otro modo quizá no podría justificarse la propia vida (y uno parece querer justificarla a toda costa, sea que esté gozándola o sufriéndola); y en tu carta señalas muy claramente el origen del error fundamental que le da esa estabilidad y fijeza a la identidad: el tomar la parte por el todo, y creer entonces que uno es “esto” o es “aquello”. Menos claro es de dónde proviene este yerro del juicio (¿historia familiar, sueños, deseos, esperanzas, miedos, influencia social/cultural, etc.?), pero creo que eso no disminuye en nada la luminosidad de tus palabras (tal vez de indagar por ese “origen” uno caería incluso en mayores perplejidades), sobre todo cuando resaltas que la creencia en la identidad como algo esencial no es sino eso, una creencia que toma únicamente ciertas características como si fueran las más constitutivas de uno, lo más substancial, mas esto no es sino un “espectro”, o una especie de costra, una ilusión que se solidifica ocultando el “flujo continuo y complejo” que somos. Y después, éstas tus palabras, que son muy precisas y amables para indicar que lo que uno es, lo que uno en verdad logra (si es que algo cabe lograr), no está afuera, en las expectativas o en las condiciones del mundo, sino adentro de uno mismo, en los propios juicios, en la propia comprensión de sí mismo:
“Porque el éxito y el fracaso no tienen nada que ver con el mundo, ni con sus parámetros, ni con sus condiciones, sino con lo que nosotros hagamos con aquello que nos presenta el mundo: si aprendemos algo, si logramos comprender y trascender el obstáculo (en el único lugar donde se trascienden, aquí adentro, no allí afuera), eso es un éxito rotundo.”
¡Qué fácil nos entregamos a lo que dictamina el mundo, los otros, y cómo perdemos de vista nuestra condición interna! ¡Pero qué fuerza, qué paz y qué libertad surgen de la comprensión y la reconciliación consigo mismo!
Nuevamente gracias por compartir esta carta, que viene muy bien como un recordatorio para quienes a veces solemos vivir bajo la silueta de nuestros espectros. ¡Saludos!
¡Muchas gracias por este comentario tan generoso y detallado, Jairo! Me alegra que te haya resultado esclarecedor.
La cuestión sobre el origen de nuestros yerros cognitivos es, como dices, un asunto que involucra aspectos autobiográficos, sociales, culturales, etcétera, y eventualmente puede ser importante explorar eso. En esta carta, prefería concentrarme en el hecho mismo de que hay allí una evaluación manifiestamente falsa y estimular a que la destinataria pudiera, ante todo, VER eso.
Te estoy muy agradecido por estas palabras y te envío un afectuoso saludo.
Ilumina y conmueve… Gracias Gabriel!
Qué alegría, Mónica, muchas gracias.