CARTA 1
Tengo una prima cristiana que siempre habla de dios. Ella es muy solidaria mientras se trate de temas de su religión: viene a orar a la casa y habla de la importancia de dios en la familia, pero para cuestiones económicas es descaradamente ambiciosa. Si te da algo, lo anota y lo cobra. Recibir un favor de ella es como hacer un pacto con el diablo, porque, si puede sacar provecho de ti, lo hará, disfrazándolo con sus discursos sobre dios y sus bendiciones.
Cuando la conocí me caía muy bien, de hecho, es simpática, me hace reír, pero cuando se trata de ella, desconoce y le importa poco si uno tiene tiempo, ganas, posibilidad o no: ella cobra el favor que alguna vez hizo. Me molesta que quiera que uno se ajuste a sus necesidades y que manipule y mienta.
Cuando yo ayudo, lo hago dentro de mis posibilidades y la mayoría de las veces me molesto con la gente a quien di algo, porque espero consideración en un momento, pero debo entender que todos somos como somos y que, si lo hago, debo hacerlo por y para mí. Aclaro, no espero reconocimiento ni alabanzas, pero sí reciprocidad. Cuando, por ejemplo, a una señora que me ayudaba con el quehacer, le he dado ropa y zapatos, y me roba, me molesta porque me siento traicionada y burlada.
Tengo muchos juicios en la mente, porque creo que mi vara es alta. A veces quisiera encerrarme y no convivir o sólo hacerlo lo mínimo. En mi juventud fui muy sociable, hubo grandes traiciones y ahora no soporto casi nada… Ni doy ni que me den. Soy huraña, porque si no, ¿no corro el riesgo de ser abusada como en mi juventud, cuando era tan relajada?