
Es una pregunta muy pertinente. Por supuesto (y esto se insinuará en la tercera semana, cuando nos acercemos al problema de la muerte), hay situaciones extremas ante las cuales resulta imposible mantener la imperturbabilidad del alma, especialmente si el evento es reciente. Con todo, si examinamos las etapas de un duelo, en el sentido amplio de la palabra, es decir, el dolor ante una pérdida, podemos ver que el duelo sólo acaba cuando hay plena aceptación del hecho. En medio surgen otras etapas: negación, tristeza, ira. Si se trata de un asesinato, todo esto se verá sin duda exacerbado: la rabia, el dolor, el sentimiento de injusticia. Los estoicos dirían que, a pesar de lo justificadas que puedan estar estas emociones, sólo alimentan y hacen más duro el duelo. Entre antes sea posible aceptar el hecho e intentar trascender el sufrimiento que trae aparejado, todo lo cual depende de uno y, desde luego, toma tiempo, tanto mejor. Por otro lado, esto no implica una resignación pasiva ante el agresor. El estoico no dejaría de intentar (como algo preferido) buscar que se haga justicia, en el sentido institucional del término, sabiendo que el resultado final de sus gestiones no depende ya de él. Pero por encima de todo, y esto lo veremos en las últimas semanas, lo que buscará un estoico en ese tipo de situación es interpretarla desde otro lugar. No voy a adelantar ahora más, pero digamos que ese otro lugar tiene que ver con dos grandes líneas de interpretación: mirar desde una perspectiva cósmica y desarrollar compasión incluso por los seres más deleznables. Los estoicos confían en que, habituándose a interpretar las cosas de este modo (y darán razones para defender estas interpretaciones), si bien habrá dolor, el duelo, al menos, será eventualmente mejor y más breve.
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Esta respuesta fue modificada hace 3 años, 11 meses por
Gabriel Schutz.