
Muchas gracias por tus líneas, Bernardo. Me alegra ver que las ideas estoicas sobre la muerte te resultan acertadas e inspiradoras, y que los años te han sensibilizado con respecto a las cosas fundamentales de la vida, quizá, precisamente, por estar más sensibilizado con respecto a tu propia muerte.
Según entiendo, has asumido con aplomo tu finitud, pero lo que te resulta perturbador es el escenario de una enfermedad dolorosa. Sobre este asunto, los filósofos antiguos reflexionaron tenazmente. Epicuro, en cierto modo un “rival” de la escuela estoica, si bien sus ideas son sumamente afines, decía que la vida se veía empañada por cuatro grandes causas de perturbación, los deseos vanos y tres tipos de miedos: el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo a la represalia de los dioses. Para cada uno de estos cuatro padecimientos daba un “remedio”, por eso se le conoce a esto como el “cuádruple phármakon” epicúreo. En relación al dolor, decía algo que, a veces, en español, se pone a modo de adagio: “Si largo, leve; si agudo, breve”. Es decir que, en relación al dolor, hay forzosamente un aspecto tolerable, porque un dolor largo y agudo al mismo tiempo es intolerable y te mata, mientras que los dolores, en general, si son agudos, resultan breves, y si son duraderos, leves, o al menos tolerables. Epicuro exhortaba a atender el aspecto tolerable. Marco Aurelio tiene una cita que es casi igual, y ésta es también la posición estoica: reparar en el lado tolerable de las cosas. Pero los estoicos van un poco más allá y dicen que, cuando hay algo francamente intolerable, al punto que obnubila el albedrío, entonces, dice una fuente (Diógenes Laercio): “el sabio se apartará razonablemente de la vida”. En otras palabras, en circunstancias extremas, los estoicos consideran que la alternativa racional es darse muerte en un acto soberano. Esta posición puede resultarnos chocante, porque para el judeo-cristianismo la vida es un bien en sí misma (el judaísmo condena enfáticamente el suicidio, al punto que las lápidas de los suicidas acusan el corte que ellos mismos se han inflingido y están apartadas del resto de las lápidas). Pero para los griegos, desde Sócrates, la vida como tal no es un bien en sí misma: sólo la buena vida es un bien. Séneca lo postula con su claridad meridiana al decir algo así como: “La vida no es buena ni mala, es el ámbito del bien y el mal”. Espero que estas líneas te sean provechosas. Saludos.