Siento cierta confusión. En un duelo muy cercano, en la primera fase es evidente que no hay estoicismo que valga. La pena rebasa toda capacidad mental por “no tocar el dolor”. ÉSte tiene que ver con una sensación que trasciende lo mental y afecta severamente al cuerpo. El cuerpo está enfermo, duele. Despertar es lo más difícil, pues se pasa de la ensoñación a la realidad que te apabulla, que te aplasta. En las etapas siguientes, posiblemente es factible “no tocar” el dolor; es decir, evitar los pensamientos que se relacionen con el dolor y resulta más cómodo, y es más fácil llevar el duelo de esa manera. Mi confusión surge de principios tanatológicos que sugieren vivir intensamente el dolor, tocar fondo, llorar, llorar, no olvidar, suponiendo que así se supera el duelo y no se presentan posibles recaídas.