
Gracias por tu texto, María. El contraste entre el “antes” y el “después” es impactante: parece como si, casi todo lo que podía salir mal (dispreferido, en la jerga estoica), hubiera salido mal. Por suerte, casi todo y no todo: lo más importante, la salud de tu hija, está felizmente bien. ¡Enhorabuena!
Vamos a repasar el ejercicio con el fin de refinar la práctica. El asunto aquí no es imaginar que todo estará bien, sin más (eso sería “wishful thinking“, un optimismo infundado), ni solamente tomar ciertos recaudos, previsiones, como despertarse a una hora, etcétera. Tomar recaudos es útil, desde luego, pero no es lo único que los estoicos buscan, o por lo menos, no la expresión más acaba del ejercicio. Lo interesante de tu trabajo es que, justamente, las cosas no sucedieron en absoluto como las imaginaste. Por ejemplo, tú imaginaste que, si despertabas a buena hora, eso te garantizaría pasar por tu hija sin contratiempos, y no consideraste las posibilidades que efectivamente contrariaron esa fantasía: el vecino, el tráfico y demás (¡lo de la patrulla ya suena a comedia de enredos!). Aquí hay, pues, un asunto: considerar minuciosamente los posibles escenarios dispreferidos (mucho más que aquellos que no presentan problemas).
Pero no basta con eso, sino con RAZONAR, en la línea de los estoicos, cuál ha de ser la respuesta mental, o la interpretación hábil de esos sucesos adversos. Dices: si llego en buena hora, no tendré tensión. Pero la pregunta es: y si no llegas en buena hora, ¿tendrás tensión? ¿Y cómo se puede interpretar ese escenario (no llegar en buena hora) para que no genere semejante tensión? El estoico diría algo así como: si tú has tomado todos los recaudos para llegar en buena hora y hecho todo lo que estaba en tus manos, y, en lo que ha dependido de ti, has sido excelente, ¿qué caso tendría estresarse? Los eventos no cambiarán porque te estreses, sólo agregarás sufrimiento innecesario y es más probable que tus acciones se vuelven más torpes si actúas bajo estrés. El ejemplo de esto, de una acción entorpecida por la ansiedad, es haberte “pasado la preventiva”.
Entonces, el asunto es considerar los escenarios más complicados y anticiparlos, examinando cuál es la respuesta mental o la interpretación más hábil (es decir, aquella que mantiene el temple y no produce perturbación) y ESCRIBIR ESAS INTERPRETACIONES LÚCIDAS para ti misma, de tal modo que sean memorables y las tengas a mano si, en efecto, se llegan a dar los escenarios dispreferidos.
El caso más claro, en tu texto, aunque también el más complejo, el más dramático, y por lo tanto, el más desafiante, es el contraste entre declarar que no vas a preocuparte “si no me dan noticias de cómo va, si no me avisan cuando terminó la operación o si no la regresan al cuarto a la hora señalada” y el hecho de “a las tres horas ya estoy ansiosa y pensando que hubo alguna complicación”. ¿Por qué ese contraste? Por un lado, claro, es más que humano, todos los papás tenemos una gran aprehensión por la salud de nuestros hijos y es muy difícil no preocuparnos en un escenario así. Pero en lo que toca a la práctica como tal, nota que tú simplemente declaras que no te vas a preocupar, pero no te das a ti misma un razonamiento que te permita interpretar ese hipotético escenario de modo tal que no te preocupe. Y el ejercicio estoico, lo repito porque es importante (y esto que te pasa aquí es muy normal, pasa muy a menudo), no es hacer declaraciones del tipo “¡Nada me va a perturbar!”, sino interpretar los sucesos de modo tal que no me ganen las perturbaciones. En este caso, uno piensa de inmediato “¡Algo salió mal” y la mente rápidamente se dispara, viene una cascada de inferencias, todas ellas fantasiosas, que acaban en la convicción certera de que algo fatal ha sucedido. Esa es la mente descarriada. Reitero que en un caso así es muy complicado no entrar en estas lógicas, pero si lo miras “desde fuera” (como si le sucediera a otro), verás que la mente se desata, cuando no hay todavía razones para eso. Una hora de retraso no es (todavía) motivo suficiente para considerar lo peor, máxime en un país latinoamericano y cuando no hay posibilidad de que te avisen de nada (el cirujano no puede mandarte un whatsappa avisándote del retraso). Lo que magnifica este tipo de inferencias, en un caso como el que traes, no es tanto la magnitud de la demora, sino la magnitud de lo que está en juego, la salud de una hija, que es, por supuesto, enorme. Pero si piensas esto en términos de una situación menos dramática, y observas ese mismo movimiento de la mente, su capacidad para desarrollar rápidamente narrativas fantasiosas que traen agitación, verás que todo eso no tiene base, es infundado. ¿Por qué no pensar que estamos en México y no en Inglaterra, Alemania o Suiza, donde dos horas son exactamente dos horas, a diferencia de aquí, donde el tiempo es increíblemente elástico y dos horas fácilmente pueden ser tres, y “ahorita” puede ser pasadomañana? Tú dirás, y es totalmente comprensible: “¡Porque mi hija está en un quirófano y no se trata de una cita cualquiera, en la que alguien llega una hora tarde!”. De acuerdo, totalmente. Pero el asunto es poder siquiera advertir que lo que magnifica el hecho es la afeccción y no la base objetiva.
Dicho esto, creo que para todos los papás nos sería muy difícil no preocuparnos en una situación así. Pero es interesante verlo con la mayor lucidez posible. Finalmente, la creencia perturbadora, “hubo alguna complicación”, resultó falsa. ¡Por suerte!
Estoy a las órdenes.