
Hola, Amaya. Me alegra saber que la respuesta te resultó útil. Gracias a ti por hacérmelo saber.
Me parece sumamente interesante que veas en tu compañera, con tanta claridad, una proyección de ti misma, de tu hastío, una forma simbólica de tu propia distracción. Me gusta la expresión de C.G. Jung para referirse a esto: una proyección del “teatro del alma”.
Ahora que ves que el asunto es tu hastío, tu desmotivación, ahora que puedes comprender que no se trata de ella y estás en condiciones de mirar tu propio aburrimiento a los ojos, ahora ya puedes preguntarte qué hacer con todo eso. ¿Qué aburre? ¿Por qué aburre? (Y lo que aburre también podría ser una proyección del teatro del alma). Es claro, en tu primer mensaje, que hay un gran contraste valorativo entre las horas en el trabajo, vividas como horas de esclavitud, alienación, casi como un desperdicio, y las horas posteriores, que aparecen en tu fantasía como sinónimo de libertad. ¿Se pueden cuestionar esta interpretación, estas creencias, estos juicios de valor? ¿Ejerces tu libertad cabalmente en las horas libres? A menudo el problema es todo menos lo que parece ser el problema. El problema del alcohólico no es el alcohol, es todo lo demás. Y porque todo lo demás está mal, bebe. ¿No será que aquí el trabajo no es lo que está tan mal, sino otra cosa? O quizá sí, quizá sí es lo que está tan mal. Pero entonces, ¿qué está en tu poder hacer? Si ejerces cabalmente ese poder (lo que quiera que sea en este caso), es probable que te sientas más satisfecha y el asunto te perturbe mucho menos, o deje de perturbarte por completo.
En relación al pasaje que citas, quisiera aclarar algo importante: para poder comprender por qué, en último caso, el sujeto indeseable de la biblioteca es indiferente, primero tienes que asumir, con total honestidad, que ahora NO es indiferente. El procedimiento es todo lo contrario de una negación. Hay que partir de lo que efectivamente sucede: Fulano me perturba. Luego identificar qué es lo que perturba, qué creencias, qué juicios de valor (y no siempre es obvio, porque la primera apariencia a menudo es, precisamente una proyección que hay que desenmascarar, como con la compañera de trabajo), analizarlo y desmontarlo tan minuciosamente como se pueda, de modo que, eventualmente, uno pueda tener ese golpe de lucidez y darse cuenta de que nada de eso es asunto de uno. Pero el camino es a veces largo y el laberinto, intrincado. Si puedo ayudarte en algo a este respecto, por aquí estoy.