
Qué lindo texto, felicidades. Es maravilloso cómo el solo hecho de abrir el espacio y observar prodiga tantas cosas, entre ellas, tomar consciencia de algo tan evidente como aquello que hace parte de la vista de un balcón y que, de algún modo, estaba en espera de ser reconocido. Lo mismo con respecto al huerto abandonado. Lo que me encanta del texto es cómo se tejen el pasado con la observación de lo que hay ahora (otra vez la nostalgia), las plantas muertas, la sobreviviente, las preferencias florales de la abuela; y de otro lado, el futuro, la infinita capacidad de renovar los deseos, los proyectos, incluso cuando se reconoce que la fantasía nunca se cumple por completo. La fantasía, dice el budismo, dicen los estoicos: ése es el gran problema. Si pudiéramos mirar las cosas tal como son, con una lucidez total, no habría sufrimiento. Qué difícil. Y sin embargo, en tu texto aparecen destellos de una objetividad, digamos, chejoviana, donde no hay juicio ni nostalgia ni expectativa, sólo una descripción precisa de lo que es. Eso también es un logro, un logro literario, por la fuerza descriptiva, pero sobre todo, un logro moral. Bravo.