
Muchas gracias, Amaya, por compartir este texto. Detectas algo importante: la sabiduría estoica tiene un false friend (como se dice de las palabras en otro idioma que hacen pensar que quieren decir lo mismo por su parecido: exit en inglés y éxito en español, por ejemplo). Ese falso amigo es la falsa imperturbabilidad. La verdadera imperturbabilidad disuelve las perturbaciones: uno logra observar que nada de lo que se aparece con ínfulas de importancia tiene semejante importancia y un buen signo para darse cuenta de que se trata de auténtica imperturbabilidad es que aquí hay un cierto gozo, cierta satisfacción. La falsa imperturbabilidad conserva el aspecto externo impávido, pero por dentro hay confusión.
Sin embargo, es importante advertir que puede haber un poco de las dos, sobre todo cuando uno está iniciándose en esto. Quizá la satisfacción que sentiste en algún momento, una cierta sensación de autodominio, no fue totalmente equívoca, quizá sí hubo algo valioso, cierto logro en todo esto, pero también una parte donde la representación de tu papá o de las chinches tuvo todavía cierto poder sobre ti.
Una pregunta importante es ¿cómo te habías preparado para el escenario con tu padre? ¿Habías previsto no responder, tal como hiciste, en caso de que hubiera alguna provocación? Si es así, la “falla” no estuvo en la respuesta efectiva, sino quizá en la preparación. El estoico no dejaría de responder si hay algo que podría considerarse ofensivo: únicamente no se sentiría ofendido “por dentro”, pero sería enérgico y al mismo tiempo no-violento en su respuesta. ¡Qué difícil, lo sé! Pero vale la pena observar cómo te anticipaste a esas representaciones y ver si lo que “falló” fue la preparación o la respuesta en el escenario.
Lo otro: regañarse a uno mismo, ser moralmente severo con uno mismo, contra lo que parece, no es una buena idea y no es moralmente “elevado”. Con esto no quiero decir que uno deba ser moralmente laxo, sólo sugiero que la estrategia de juzgarse es en cierto modo una sutil egolatría. “¡Yo, cómo yo (tan intachable), puedo caer en esto!”. Digo esto con absoluto respeto, pero sobre todo con conocimiento de causa, porque tengo una inclinación similar. Si uno se da cuenta de que ha fallado en algo, lo ideal sería felicitarse a sí mismo por estar consciente de ese yerro y comprometerse, sin una severidad tiránica (“¡La próxima vez no lo eches a perder, imbécil!”), pero con firmeza en el compromiso, a hacerlo mejor.
Hasta donde yo puedo ver, estás haciendo un muy buen trabajo, Amaya. Sólo relájate contigo misma. Lleva mucho, mucho tiempo aceptar a los padres tal como son. A menudo nos sentimos frágiles ante ellos, porque son las grandes autoridades simbólicas que hemos introyectado. Ten paciencia. Y persistencia.
Estoy para apoyarte.