
Quizá te enfocaste demasiado en el asunto de las ganancias y las pérdidas, cuando lo más importante aquí era concebir -y no en términos hipotéticos, como algo futuro que llegará quién sabe cuándo, sino como algo inmediato, que sucederá hoy-, la propia muerte, escribiendo sobre ello en presente: hoy es mi último día de vida.
Ayer, en un taller de escritura que doy los sábados (presencial), una alumna llevó un texto impactante. El texto comienza diciendo, de manera ambigua, que una voz le ha dado por fin la llave para liberarse de un hastío que la ha perseguido incansablemente a lo largo de su vida. Cuenta, entonces, cómo se despide alegremente de la oficina donde trabaja, dando a entender que ya no será necesario regresar. Da la impresión de que alguien sumamente generoso la ha invitado a mudarse; el título que ella le puso al texto (“El comienzo de un dulce romance”) hace pensar en un hombre que la acogerá en su hogar. Toda la vida súbitamente se muestra ligera, todo lo que pesa es visto como por última vez, el último autobús, los últimos edificios grises, y al mismo tiempo, esa última vez hace parecer las cosas prístinas, como si, al contrario, fueran vistas por primera vez. ¿Se está yendo de la ciudad, del país? El lector no lo sabe aún…
El texto refiere entonces que el personaje (que coincide con el narrador, pues narra en primera persona) ha tomado la decisión de suicidarse. Es brutal. No viene al caso que te cuente cómo sigue (aunque es un gran texto), pero lo que me impactó, entre otras muchas cosas, es que esta persona escribió sobre un episodio real de su vida y narró con enorme belleza la ligereza que sobreviene ante la perspectiva de la muerte, incluso cuando es una perspectiva tan dramática como la decisión de darse a sí mismo la muerte. Me hizo acordar, mientras ella leía, la meditación estoica sobre la muerte, porque ése es el modo de hacerla (no, claro, bajo la idea del suicidio), ése el efecto que debe producir: esa ligereza, ese desempolvamiento de los ojos, esa cualidad de ver como por última vez y así, casi, por primera vez.
Quizá sería bueno que pudieras persistir en este ejercicio. Quizá tuviste resistencia a hacerlo de manera vívida, y eso es sumamente natural y normal; a menudo nos asalta una melancolía abrumadora cuando acometemos esta idea: hoy me voy a morir. Pero es importante poder atravesar eso, mantenerse firme y ver qué hay del otro lado. Esto es sólo una sugerencia, Ángela, pero puede, eventualmente, resultarte de provecho ir un poco más lejos.
Sigo aquí.