
Wow.
Escribiste algo muy potente. La primera leída la di yo en el correo y no se mostraba en verso, como es originalmente, y es realmente un poema brutal, de una honestidad rotunda y un dolor que se estira y varía, y baja con el aljibe y viaja con el recuerdo, y se interroga, y se lamenta, pero al final se reconoce placentero: ahí está el espectro. Lo viste.
Cuando alimentamos un espectro, cuando perseguimos un deseo vano, que es también un espectro, una fantasmagoría, cuando nos eludimos o nos escondemos, o nos dormimos o nos empastillamos, en todos estos casos, que en verdad son más o menos el mismo, no vemos a menudo que si estamos ahí es porque, en último caso, queremos estar ahí y de alguna manera, en general inconsciente, decidimos estar ahí. Y lo decidimos y lo queremos, porque, lo admitamos o no, hay algo que nos parece bueno de todo eso: encontramos un cierto “bien”, aunque sea un bien infundado, inauténtico. Uno no deja de fumar, en principio, porque sabe que el cigarro hace mal a la salud. Uno deja de fumar cuando se da cuenta de que todo lo bueno que le atribuimos al cigarro (o a lo que sea), no es en verdad tan bueno, sólo es un bien supuesto. ¿Cuál es ese bien? Un señor se tomó el trabajo de identificar todas esas creencias, desde el placer hasta tener algo en la mano, desde la ayuda con el aburrimiento a la ayuda con el estrés, y, en un bello libro para dejar de fumar, desmontó cada una de esas creencias, haciendo ver que son infundadas, que no hay bien allí, que uno no encuentra placer, sino alivio de la abstinencia que ocasiona haber apagado el cigarrillo anterior; que si uno quiere tener algo en la mano, puede tener el cigarro sin prenderlo y así. Un libro genial.
A ti el dolor te da un cierto tipo de placer, ese es el bien que encontrás allí: el placer de sentirte nadie, el placer de la nostalgia, el placer del “cualquier tiempo pasado fue mejor” (el verso completo de Manrique, sin embargo, dice: “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”). ¿Qué implica todo eso? ¿Qué ventaja te da creer que eso es así, real, verdadero? El ahora luce desangelado, sin entusiasmo, ojos que se apagan, pero el pasado, ah, el pasado sí fue bueno… ¿Será esto real? ¿No será que los ojos se apagan porque no saben mirar ya con admiración lo que hay justo enfrente, y esto sucede precisamente por creer que ya no es posible ni la admiración ni el entusiasmo ni nada, porque todo eso quedó enterrado en un pasado irrecuperable? ¿No será quizá tiempo de dejar morir y descansar lo que está muerto, y honrarlo, no lamentándose por ello, sino abrazando lo que toca hoy, ahora, con amor completo?
Si el reloj no se moviera, el mundo no se renovaría. En cada instante, todo se renueva y cada momento es a su modo un estreno total, pero nosotros no podemos verlo, porque nuestra mente está fijada en lo viejo, y sólo vemos los pensamientos, no ya no lo que es, tal como es. Asumir que el pasado es indefectiblemente mejor es condenarse a que todo será indefectiblemente cada vez peor (pues éste es ya el pasado de algún futuro, la semilla de una nostalgia por germinar y salir a la luz), pero sobre todo, da ese curioso, dudoso, ambivalente placer (Lacan, creo, le llamaría “gozo”) de quitarse la responsabilidad por hacer del presente algo bello, algo hermoso, cada vez, en cada momento.
Tengo quizá más cosas que comentar, pero creo que esto es por ahora lo más importante. Y lo más importante, por encima de esto, es que, aunque quizá no lo veas, pudiste hacer de tu propio dolor algo hermoso, torrencial, honesto, conmovedor. Escribir, tocar la batería, cuidar el jardín, remendar un zapato, abrazar mucho a un hijo, ¿qué es lo importante y qué no? ¿Dónde habrá que poner el corazón? ¿Y el pasado qué tiene que ver con todo esto? ¿Dónde está? ¿Cómo podrías asegurar que no fue todo un sueño? Y si todo es tan liviano, tan etéreo, ¿qué sentido tiene cargarlo y volverlo pesado-pesaroso, un lastre?
En pocas palabras, el espectro está ahí porque te reporta un cierto “bien” (placer, gozo). Pero un bien auténtico no duele, no genera apego ni sufrimiento. Lo que sigue, me parece, es intentar comprender por qué no hay un bien auténtico allí donde parecer haber uno, pues esto es lo que le da el carácter espectral, de espejismo… Quizá yo dije demasiado, pero es tu tarea comprender la naturaleza de ese placer que duele y quitar los velos de esa ilusión.
Sigo aquí.