
Leí el texto con mucho interés. Hay como un velo, una textura opaca, empezando por el hecho de que la relación entre el temazcal y la internación hospitalaria no es clara; no es totalmente claro que haya un nexo causal, ni es claro el diagnóstico, ni mucho menos la cirugía. Desde una perspectiva más “temazcalera”, que sólo, quizá, Alexis podría defender (convenciendo acaso a Diego y a Beto), el misterioso vínculo entre el temazcal y el malestar que derivó en cirugía, podría explicarse de manera menos sombría: gracias al temazcal, algo que estaba fuertemente alojado en el cuerpo (que es, a fin de cuentas, el inconsciente) se movió y pugnó por manifestarse; de otro modo, quién sabe qué consecuencias habría tenido cargar con eso. Claro que esto puede ser, perfectamente, una interpretación “foreverista” y barata (tipo Alexis, diría Celeste).
Bueno, pero más allá de lo anterior, el texto me pareció muy interesante, muy logrado, porque revela perspectivas muy diferentes con respecto a un mismo evento y eso es en sí mismo un logro. Todos parecen coincidir, en mayor o menor medida, en la culpa, es curioso. La máxima responsable de todo esto es, por supuesto, Eréndira, porque fue ella quien debió haber sido firme en su negación. ¡Pero ella siente culpa porque los otros podrían sentir culpa por ella! Qué retorcida es la “lógica” de la culpa. ¿Hubo culpables?
Entiendo la numeración, el punteo, en el caso de Celeste, porque está presentado de ese modo, pero ¿se justifica en el caso de Beto?
Algo que me llama la atención de Eréndira: ella fantasea con la posibilidad de haberse negado. Eso dice bastante de Eréndira. Su atención está puesta en lo que falló y, dado que es imposible modificar el pasado (al menos en el sentido fuerte del término, los hechos del pasado), toda esa atención, toda esa energía mental, es completamente estéril. Quien quiera que sea Eréndira: en lugar de ver aquel evento como algo catastófrico que debió haber evitado, ¿nunca se dijo a sí misma que quizá fue ella quien no supo atravesar el temazcal, quien lo vivió de la peor manera posible, y que tal vez el resultado de esa disposición tan cerrada fue la posterior enfermedad? ¿No sería una alternativa para Eréndira fantasear, ya no con la posibilidad de haberlo evitado, sino con la posibilidad de ir a otro temazcal, quizá en mejores manos, pero sobre todo, con una disposición radicalmente distinta, de modo que ese “trauma” pueda ser rebatido por una experiencia mejor?
Sabes, yo fui a Huatla de Jiménez, el pueblo de María Sabina, a comer hongos de manera ritual hace algunos años. La compañía era, la verdad, inmejorable, y la ceremonia fue muy buena, en el sentido de que había mucho contención. Pero la primera vez que lo hice fue tan raro, tan extraño, que me quedé con la sensación de que no había captado bien de qué se trataba (aunque, al mismo tiempo, había captado sólo aquello que estaba preparado para captar en ese momento). Y por eso decidí ir una segunda vez. No es que la primera hubiera sido “mala”, pero me dejó con un sabor de insuficiencia y comprendí que yo mismo había estado muy cerrado. Y estaba bien, era lo que podía dar, hasta donde podía llegar. Pero fue muy bueno ir una segunda vez. No sé si esto aplique a Eréndira.
Como dije, me gusta la diversidad de personajes que construiste. Me gusta ese atleta crédulo y entusiasta, el escepticismo riguroso de Celeste, una cierta nobleza en Beto y algo mucho más complejo, incluso en la forma de la escritura, en Eréndira. Supongo que un gran aprendizaje para ella fue, en adelante, no dudar en decir que no.
Sigo por aquí por si quieres continuarla…