
Lo que observo como algo que aparece en distintas partes de tu escrito es el asunto de la autoridad. Aparece en tus comparaciones ante otros, personas, según dices, que son autoridades en alguna materia (mucho trabajo, conocimiento previo) y ante las que te sientes -lo diré en mis palabras esperando no retorcer el sentido de las tuyas- pequeña. La figura de autoridad aparece también en la situación anticipada, donde te toca a ti ser, si no una autoridad en el sentido más estricto, sin duda serlo en algún sentido, pues se te concede la palabra ante un auditorio, en torno a un tema que investigas en el marco de tu tesis, etc.
La autoridad de los otros y la autoridad propia: ¿de dónde emana? Por supuesto, en un asunto que requiere “expertise”, de la experiencia y el conocimiento, pero en tu anticipación, cuando distingues el escenario preferido y el dispreferido, trazas otra posibilidad que es más interesante y profunda que la acumulación de conocimiento: tu autoridad emana ahí de tu responsabilidad. Respondes algo (responsabilidad/responder) si sabes y, si no, declaras honestamente que no sabes, asumiendo el compromiso de dar una respuesta. Esta fuente es más importante que la erudición: asumes la responsabilidad de tus palabras y actos, entonces no tienes motivo para sentirte mal si el otro sentido de “autoridad” (el del “expertise”, digamos) no te avala completamente. Me parece un muy buen hallazgo de tu texto.
En relación a esto mismo, aparece como de soslayo la misma inquietud: si estarás haciendo bien tu papel de mamá en la educación de tu hija (donde eres la autoridad), o el hecho de que “no somos perfectos” (la perfección sería lo que daría la autoridad total). Tengo la impresión, por lo que escribes, que hay en ti cierta auto-severidad y al mismo tiempo una conciencia de ello, y un deseo de no hacer tanto caso de ese duro juez interior, sin por eso volverte laxa o irresponsable. Los estoicos son de ayuda en este sentido. La auto-severidad nos parece a veces muy loable, porque nos decimos que no somos flojos con nosotros mismos, que nos sometemos a estándares morales exigentes, pero, si no se maneja bien, el efecto es exactamente contrario, porque uno está siempre juzgándose y, por lo tanto (bien que no de manera tan consciente), juzgando con severidad a los otros. Pero los otros tienen su propio albedrío, ellos están al comando de sus vidas; y nosotros, si logramos darnos cuenta a tiempo, tenemos menos control de lo que creíamos. No podemos ser perfectos, ni madres/padres intachables, ni autoridades capaces de saberlo todo: pero podemos ser responsables, eso sí depende enteramente de nosotros, y de ahí, en cierto modo, emana nuestra autoridad humana más profunda, no en tal o cual materia, sino en ser AUTORES (autoridad/autoría) dignos de nuestras palabras y obras. ¿No es esto todo un hallazgo y todo un descanso con respecto a los posibles temores que podamos abrigar sobre la autoridad propia o de los otros?
Me gustó mucho el apunte de la evaluación nocturna. Te percataste muy bien de lo que pasó y hasta viste por qué pasó eso: porque había un antecedente… Ah, pero no todo lo que pasó tiene por qué repetirse. Atajaste a tiempo el condicionamiento (condicionamiento: si tal, entonces tal otra cosa / si antes ella lo hizo, entonces lo hará de nuevo).
¡Buen trabajo, Fanny! Verás que la segunda semana te dará herramientas más sofisticas, sin abandonar éstas.
Sigo por aquí en lo que pueda apoyarte.
Pd. Guía interior y principio rector son dos nombres de lo mismo…