
Lo que se deja ver de inmediato es a alguien que está atento al entorno, a las situaciones de las otras personas, en disposición de escucha, dentro de un mundo que no alcanzo a ver totalmente claro, pero que parece ser un mundo corporativo (contadores, choferes, licenciados, etc.), es decir, un mundo que, si no es excepcional en su clase, no suele ser el más sensible en materia afectiva. Esto parecen confirmarlo incluso algunas situaciones, como el despido del contador, el ex bancario que ahora maneja un Uber, etc. En budismo se le llama a esto karuna: compasión. Pero la compasión es tramposa y, si uno quiere realmente desarrollar una sensibilidad compasiva debe cuidarse de no caer en afectos que parecen compasión y son exactamente lo contrario. Quisiera abundar en esto, pues creo que puede serte de utilidad.
La compasión tiene lo que los budistas llaman un “enemigo lejano”, es decir, algo que se puede identificar a lo lejos, fácilmente, como su antítesis. Si la compasión es el deseo de aliviar el sufrimiento, su enemigo lejano es la crueldad, el deseo de causar sufrimiento. Pero también existe, sostienen, un “enemigo cercano”, algo que es antitético y sin embargo está tan cerca de la compasión que se confunde con ella. Es la lástima. En la compasión, no sufrimos con el otro, pero comprendemos profundamente el sufrimiento del otro, porque hemos sufrido, sabemos lo que es sufrir, conocemos las raíces de ese dolor. En este sentido, no estamos en una posición distinta de la persona de la que nos compadecemos, sino que podemos comprender lo que el otro atraviesa, precisamente, porque nos sentimos de alguna manera en su lugar. En la lástima hay, en cambio, un sentimiento de superioridad moral por el otro: “Pobrecito”. La compasión es horizontal, la lástima, vertical.
Todos los que procuramos estar muy atentos a nuestro entorno e intentamos incluso trabajar para aliviar el sufrimiento de las personas con las que tenemos contacto, estamos expuestos a caer en esta trampa y eventualmente caemos. Nos creemos muy espirituales, muy sensibles, y en realidad sólo estamos alimentando nuestro ego. Por supuesto, no estoy sugiriendo que éste sea el caso aquí, no tengo elementos para hacerlo, pero me parece importante señalarlo, porque es una de esas trampas sutiles en las que caemos todos, y mi papel en estos foro, es, entre otras cosas, cuestionar.
La compasión es una de esos picos sublimes del espíritu humano, una refinada forma del amor. En budismo es una de las brahmaviharas o “moradas sublimes”, junto con el amor benevolente (metta), la alegría por el bien del otro (mudita) y la ecuanimidad (upekksha). Éste es todo un camino, que puede llevar muy lejos. Tengo la impresión de que te interesa transitarlo o que estás en eso y por eso me ha parecido importante advertir sobre algunos recaudos que hay que tener en consideración. Observa con mucha honestidad si tu compasión es absolutamente pura, si no hay trazas de ego de ninguna especie. Si descubres que las hay, no te condenes por eso, es natural, nos pasa a todos; al contrario, si descubres “impurezas” habrás dado un paso significativo para depurar este sentimiento humano, esta morada sublime, y poder habitar mejor en ella.
Gracias por tu texto. Estoy aquí para ti.