
Ahora comprendo de qué hablaba el enigmático cuarto movimiento de tu primera sinfonía. ¿Es eso un espectro? ¿Y qué diablos es un espectro?
Lo que me parece muy interesante de tu texto es que, en primera instancia, parece como si el eventual desgarre de retina fuera en sí mismo el espectro, pero eso rápidamente es descartado: un espectro no es algo real (como un tejido que se desgarra), sino algo que se hace pasar por real, algo que tiene la cualidad de aparecerse como si estuviera allí, aunque sólo sea una ilusión.
Tú observas muy bien que el espectro tiene la característica de perseguir, de ir detrás, de ser una presencia más o menos constante, más o menos ubicua y, sin embargo, eso no puede ser el desgarramiento de la retina como tal. Porque, como dices con toda claridad, el desgarramiento se te aparece únicamente al atardecer, de manera indirecta, como una luz dentro del ojo (lo que, en principio, si bien es improbable, admite otras posibilidades); si te persigue, lo que te persigue y acompaña no es el desgarramiento, sino algo MENTAL asociado a él: miedo, aprehensión, etc. Por supuesto, es natural que esto suceda cuando se trata de la posibilidad de una lesión en un órgano preciado, pero el carácter espectral, irreal de todo esto, tiene que ver con que tu mente ya fue un paso más allá, o quizá varios pasos más allá, y teme o se mortifica cuando, de momento, todo lo que hay es una luz dentro del ojo al atardecer.
Lo más interesante, quizás, es que, una vez que tomas la decisión de ver realmente de qué se trata, cosa que, en este caso, sólo puede hacerse junto a un/a médico, el espectro, de alguna manera, remite. ¿No es esto tremendamente elocuente en relación al modo como funciona nuestra mente, a su capacidad para producir entes espectrales? Basta una decisión realista para que lo irreal se calme, siquiera un poco. No es sólo un efecto placebo, es un mecanismo mental universal: ver las cosas con claridad diluye los espectros; al diluirse los espectros, se eliminan ciertas perturbaciones totalmente prescindibles. Entonces, por fin, aparece el auténtico espectro, con mil caras hechas de mil preguntas, mucho más irreales aún que el espectro de la retina desgarrada. Lo has descubierto: es el espectro del futuro. ¿Dónde está? ¿Está aquí? ¿Está ahora? No. Sólo está en tu mente, en tus preguntas, en tu ansiedad. Elimina esas preguntas, ahora que has visto que sólo son espectros que no tienen nada que ofrecer, y se elimina de inmediato la ansiedad que ellas causan. ¿Qué sentido tiene formularlas? ¿No son éstos tiempos que ponen precisamente de manifiesto la imperiosa necesidad de vivir atenta y conscientemente el hoy (“sólo por hoy”)? ¿Cinco años, diez años? ¿Qué sabemos de todo eso? ¿Y qué importa? Bien observas, cuando estás con alguien que te importa, es decir, cuando hay sentido, inmersión en tu experiencia, el espectro del futuro no tiene poder sobre ti. En cuyo caso, el asunto es estar enraizado en el sentido actual de la experiencia, ¿no es así?