
Bueno, a veces la muerte provoca tristeza, no por uno mismo, sino por el eventual sufrimiento que nuestra muerte podría causarle a otras personas. Por supuesto, para los estoicos, desde el momento en que ese sufrimiento no está en nuestras manos, no debe ni puede perturbarnos (siempre que hayamos hecho todo lo que estaba en nuestro poder para aliviarlo). Pero, más allá de esto, lo que refieres es precisamente una manera lúcida de pararse frente a la propia muerte: no lamentar lo que ya no es, sino reconocer el valor de haberlo tenido, ni estar sujetos al miedo o la tristeza por lo que vendrá, puesto que no depende de nosotros. Aun así, me parece importante ponerse a prueba de manera diaria, cuestionándose: ¿estoy listo para morir hoy, ahora? ¿Estás lista?