
Buen día, Myriam Beatriz.
Está bien lo que hiciste. Sólo algunas pequeñas consideraciones.
Lo preferido y lo dispreferido atañen a lo externo. Es preferido, pongamos, sólo a modo de ejemplo, que tu cliente pesado esté de buen humor y es dispreferido que no lo esté. De ti NO DEPENDE el humor de él. En ese sentido es que ahí no están ni tu bien ni tu mal, puesto que eso no depende de ti. Entonces, puesto que “acompañarlo en todo momento” para favorecerlo parece ser algo que depende de ti, eso no es propiamente preferido: es parte del bien de la situación; es decir, la disposición con que abordes a este cliente, eso sí depende de ti. Ya si el diálogo es empático, claro, eso no depende totalmente de ti, depende en parte de él.
Lo otro que quisiera señalar es que, dentro de la disposición con que uno aborda las circunstancias de la vida, el bien no es siempre ser obsecuente. El bien podría también consistir en poner límites, por ejemplo, con un cliente que transgrede las reglas. Claro, no cualquier modo de poner límites, pero digamos que, para los estoicos, la disposición justa no es forzosamente “no hacerla de tos”; cuando hay una situación injusta, cuando alguien abusa, el bien es hacer todo lo que está en manos de uno para propiciar la justicia. Para el caso, sería poner límites con firmeza, sin por ello perder el respeto o incluso la gentileza.
-
Esta respuesta fue modificada hace 3 años por
Gabriel Schutz.