
Un gran analista, no muy querido (ni comprendido, a mi parecer) en los círculos analíticos, Carl Gustav Jung, escribió en algún lugar algo así como: “Lo que intento mostrarle a mis pacientes es qué los sostiene cuando nada los sostiene”. Esta declaración se acerca tu pregunta final, a tu importantísima pregunta final. ¿Qué te sostiene cuando nada te sostiene? Claro, eso implica la posibilidad de habérselas con la nada. Pero no tenemos que llegar tan lejos aquí.
¿Qué sostiene a tus espectros? ¿Qué les permite tener ese poder sobre ti? Observa esto: más allá de tu indudable talento literario, por lo tanto, de tu gusto por desarrollar figuras del lenguaje, en todo momento hablas de tus espectros como si fueran entidades reales y, sobre todo, separadas de ti, con voluntad propia, como en aquellos cuentos del siglo XIX en que la sombra del personaje lo abandona y hace su propia vida. “Listos para dar un zarpazo cuando menos te lo esperas o tal vez cuando más te duela, total, para ellos da igual”. ¿Puedes ver lo que esto supone?
Si tú concedes esto, te asumes separada de tus espectros, y por lo tanto, impotente. Pero esto es simplemente falso. Tus espectros no son autónomos, por la sencilla razón de que si tú desapareces desaparecen tus espectros. Investiga la posibilidad de integrarlos, en lugar de separarte de ellos. Asume que son manifestaciones de ti. No se trata ni de rechazarlos como cosa ajena, ni tampoco de identificarte con ellos como si fueras ellos. Las dos posiciones son falsas.
Si los rechazas, los empoderas (detesto la palabra, pero ahora no encuentro una mejor). Es el caso de Jekyll y Mr. Hyde. Jekyll es de día un hombre probo, virtuoso, un ejemplo humano y profesional. Es incapaz de hacer daño, rechaza de sí todo impulso oscuro. Por eso, por la rigidez de su posición, en la noche su extrema virtud se vuelve extrema oscuridad, y su “sombra”, Mr. Hyde, lo avasalla. De otro lado, identificarte con tus espectros conduce a lo mismo, porque tú no eres tus espectros, pero tampoco eres algo separado.
Integrar significa poder asumir que son manifestaciones circunstanciales, momentáneas de tu conciencia, y darles el espacio para que se manifiesten, sin rechazarlos y sin alimentarlos, observándolos, en cambio, con lucidez. Viene el superyó, pues bien, es tu superyó, es parte de ti, deja que venga a hacer lo que tiene que hacer, obsérvalo, deja que se manifieste, velo aparecerse, sin la menor traza de aversión; eso es tu mente surgiendo y nada más. Pero tampoco te identifiques con esa aparición al punto de créertela como algo más que una aparición de tu mente. Lo mismo en relación a la sensación de insuficiencia.
Explora esto a ver cómo te va.