
Me parece interesante la lógica interna que se adivina en tu texto. El rechazo deja una huella (y un espectro no es más que un cierto tipo de huella) y esa huella genera miedo al rechazo, lo que termina por traer soledad. Esa soledad parece primero un desierto, un yermo; luego se vuelve un espacio habitable e incluso atesorado. El movimiento, o mejor, la transformación de esa soledad vacía, yerma, en un espacio de posibilidades que resulta ser, ni más ni menos, que haberte convertido en un hogar para ti misma es una inmensa conquista. Posiblemente el miedo al rechazo haya estado fundado en el miedo a la soledad y, una vez que llegó la soledad, pero, sobre todo, que su aspecto temible se desvaneció, revelándose, en cambio, una buen amiga, el miedo ya no tuvo fundamento y así todos los espectros se disolvieron.
Como bien dices, estos espectros fueron de alguna manera “maestros”. Has aprendido lo que tenían para enseñarte y eso te permite recibirlos, si te visitan, sin rechazarlos (sin disociarte), pero sin sucumbir tampoco a lo que no es más que una fantasía de la mente.