
¡Qué alegría me ha dado leer tu texto! Me ha dado alegría porque el texto, en sí mismo, es alegre, sosegadamente alegre, y tiene exactamente las cualidades de una mente que se establece en la contemplación. En el budismo esto está muy estudiado y se habla de ocho estados de “absorción”, cada uno más profundo que el anterior, hasta llegar al último (que sin embargo no es el nivel del nirvana); el primer estado de absorción, cuando la mente se calma, trae, dicen las viejas escrituras, precisamente gozo, regocijo.
Es precioso el proceso que hiciste, porque muestra patentemente cómo una observación atenta, aun cuando sea del paisaje más consabido, encuentra belleza, asombro, deslumbramiento. Hay imágenes muy bellas, muy entrañables, como eso de ser sombrilla un día y alfombra al día siguiente. Y sí, la contemplación no es sólo visual. De hecho, los sonidos son, posiblemente, los objetos de contemplación más directos según algunos estudios que se han hecho sobre meditación. Tu descripción de los sonidos, el cincel, los ladridos, el ritmo que los envuelve, es muy vívida: suena.
Me alegra de todo corazón saberte contenta por haber encontrado una pausa valiosa.
La frase original de Epicuro es un poquito distinta, hasta donde sé (he estudiado bastante a Epicuro, una de las grandes escuelas helenísticas, junto con los estoicos), pero en lo sustancial es ésa la idea: que la riqueza o pobreza no se deciden por la magnitud de lo que se tiene o no tiene (algo, en cualquier caso, relativo), sino por la capacidad que tenemos de satisfacernos con lo que tenemos.
Bravo, precioso trabajo.
Ahora que has saboreado las mieles de la contemplación, aunque el ejercicio como tal haya pasado, procura no dejar de cultivar ese espacio.