
El ansioso busca la perfección (la idea prestablecida que él tiene sobre la perfección) y rechaza la imperfección. ¿Qué persigue al buscar esa perfección? ¿Qué lo mueve a rechazar y alejarse de la imperfección?
Una posibilidad es responder: «Lo mueven la excelencia, la belleza, la virtud». Esto es quizá lo que respondería el segundo personaje, el orgulloso, el que tiene la convicción de que el sólo hecho de sea él quien haga las cosas les garantiza un desenlace afortunado. ¿No son el perfeccionista y el orgulloso, a fin de cuentas, dos caras de lo mismo? Hay que tener cierto orgullo para creerse un agente de la perfección y cierto perfeccionismo acreditado ante los ojos de uno mismo para confiar en que uno, por el sólo hecho de ser uno, saldrá airoso en todo, de todo.
Entonces viene el antagonista y pone en duda todo esto. «¿Podrás honrar también esta vez la perfección?». El orgulloso–perfeccionista contesta rotundamente que sí, pero el tiempo le juega en contra, porque la perfección es fatigosa (mental y físicamente fatigosa, pues hay resistencia a lo que es, y esto hace que se disipe energía), y así el miedo puede volver una y otra vez a deslizar la misma pregunta suspicaz: «¿Podrás también esta vez?».
Quizá ese personaje disfrazado de miedo sea sabio; quizá debajo del miedo se esconda una posibilidad importante: la posibilidad de reconciliarse con el ser de las cosas, en lugar de querer mantenerlas bajo el control de un modelo rígido. Quizá, eso que está debajo del miedo, realmente viene a inquirir: «¿Y qué si las cosas no salen rápidamente, fácilmente, si las cosas no van bien esta vez?». Es una excelente pregunta. ¿Qué con eso? ¿Qué pasa con esos otros dos personajes que son en el fondo casi el mismo cuando las cosas no son como esperaban o confiaban que fueran? ¿Qué revela de ellos, de sus fundamentos? ¿Qué de las cosas?