
Hola, Lorena.
No tienes nada que agradecer, me alegra mucho leer todo esto.
Personalmente, creo que no se trata de diversificar las prácticas y meterse en millones de técnicas de meditación, sino de reconocer cuáles nos funcionan y ser muy constantes en ellas. La meditación sobre la muerte te ayudó en sentidos muy fundamentales y, si recuerdas lo que dice Séneca sobre el tiempo, advirtiendo que concebimos de un modo demasiado estrecho la muerte, identificándola con la cesación de la vida biológica, cuando en realidad estamos muriendo cada día, porque el tiempo muere y este día ya no volverá, si, digo, tienes esto presente y lo traes a tu mente cada día, y vives los días conscientemente, con esa gratitud que manifestabas, es probable que empieces a desarrollar una especie de satisfacción muy peculiar, muy aterrizada, que no busca abarcar la totalidad de la vida y evaluarla en términos de si toda ella ha sido o no satisfactoria, sino una satisfacción capaz de detenerse en el hecho de haber vivido este nuevo día con atención, con cuidado, es decir, con amor. En el fondo, tanto el estoicismo como el budismo, a través de sus ideas de cambio e impermanencia, quieren llevarte a que vayas “desolidificando” progresivamente tus concepciones, incluso la concepción que puedas tener de ti misma, como algo sólido, con una lorenidad que hace que seas quien eres. Conforme la práctica se va volviendo más profunda, eso empieza a tener un efecto cada vez mayor, y entonces, en lugar de ver tu vida como ALGO, como una especie de bloque que es posible abarcar y sopesar, sólo vas viendo (así, en gerundio) la sucesión de los días e incluso de los instantes.