
Tal vez hayas escuchado hablar del Kintsugi, ese arte japonés que consiste en reparar objetos fracturados, uniendo las partes con una resina hecha de oro en polvo. Tengo la impresión de que has hecho algo parecido. Revisas el pasado y ves que hay fracturas; entonces, en lugar de identificarte con las partes rotas, tomas los huecos y pones allí el oro en polvo (el oro en palabra). Es precioso esto que has logrado. Algunos psicólogos utilizan el ejemplo del Kintsugi para hablar de resiliencia. Tú no encuentras ninguna ancestra, ningún ancestro con quien hacer eso; entonces te vas a las historias no dichas. ¿Quién era esa mujer que huyó con una gallina bajo el brazo? ¿Por qué se llevó precisamente una gallina? ¿Adónde habrá ido? ¿Qué clase de vida habrá soñado? En estas preguntas está cifrado el ordo amoris de la abuela D. y de las otras ancestras, que quizá te estén hablando en un lenguaje de silencios y huecos en espera de ser convertidos en costuras áureas.