
Algo que encuentro especialmente llamativo es que, a pesar de lo que se dice en la línea final, el espectro nunca es propiamente nombrado (en el texto, claro está), sino sólo aludido a través de sus manifestaciones: el espectro como mancha, como somatización emotiva, como pudor o vergüenza. Y yo no sé si estoy interpretando mal o sobreinterpretando, pero a mí me parece que ese espectro tiene un nombre y que ese nombre, lo diré con el mayor de los respetos, porque no veo nada malo en ello, es vitiligo. ¿Es así? Si no, supongo, será alguna otra expresión de la piel.
Ahora bien, algunas expresiones del cuerpo o la mente, o mejor, del cuerpo-mente cargan con estigmas. Por ejemplo, las personas que tienen cáncer, se dice o se piensa, es porque han «odiado» o reprimido sus emociones negativas. ¿Y si es así qué? Acaso no hemos sentido, todos sin excepción, odio alguna vez y aun más de una vez? ¿No tenemos emociones negativas que buscamos a veces reprimir? ¿Y cómo saber si esa predisposición a desarrollar cáncer no viene de mucho más atrás, de un dolor heredado a través de generaciones previas? ¿Qué clase de autoridad moral se arroga quien estigmatiza?
Yo no sé si el nombre de tu espectro sea vitiligo o no. Sé que los estigmas no son en general más que las proyecciones de nuestros temores y miserias y que toda nuestra concepción acerca de las enfermedades, como algo que debe ser motivo de lástima o vergüenza, es un inmenso malentendido. Hasta donde soy capaz de decir algo sobre esto, las enfermedades no son más que mensajes: podemos atenderlos o desatenderlos, eso es todo. Atender el mensaje que trae consigo un padecimiento implica, en muchos casos, descartar el mensaje que viene desde la sociedad u opinión común acerca de la enfermedad. La enfermedad te dice: atiéndeme, siénteme, siente; la sociedad te dice: ocúltalo, niégalo, desaparécelo. ¿Cuál es la voz de la verdad aquí?
Integrar, la palabra que utilizas hacia el final, es muy justa, porque supone el no-rechazo, sin asumir tampoco una identificación con esa condición, lo que sería igualmente errado. Uno no es su enfermedad, como no es su sexo, su nacionalidad, su ocupación, sus roles. Uno es todo eso y mucho mucho más. Entonces, integrar quiere decir darle su espacio en la totalidad de lo que eres, sin rechazarlo y sin reducirte a ello.