
Es muy certera tu última observación sobre la íntima afinidad entre escribir y tejer. Etimológicamente, la palabra «texto» viene del verbo latino «texere», que quiere decir tejer; un texto es, entonces, un tejido. Y es muy bello que puedas HILARLO todo y relacionar la vida de tu papá (y de tu mamá) con la tuya, advirtiendo, precisamente, cómo están entretejidas de palabras, lecturas, inclinaciones y, por supuesto, tejidos en sentido propio.
Hiciste un retrato entrañable de tu papá, ese hombre que se hizo a sí mismo o, para seguir con la metáfora, que pudo imprimirle al tejido de sus días un carácter propio, incluso en medio de circunstancias adversas.
Hace varios años vi una exposición de arte conceptual donde había una pieza que me impresionó mucho. Si mal no recurdo, la artista era irlandesa y se llamaba Kathy Pendergrast. La pieza era un carrete de hilo, de aquellos de madera, pero de un tamaño más o menos grande, y en él estaban hilados los cabellos de tres generaciones: el cabello de la abuela (blanco), el de la madre (entrecano) y el de la artista (castaño). No recuerdo el título de la exposición, pero me gustó mucho. Tu texto me recurda un poco lo que ponía en juego aquella pieza.
Otra metáfora sobre tejidos que siempre me ha impresionado es la de las parcas o moiras en la mitología griega. Según este mito, las parcas son tres hermanas hilanderas, que están incluso por encima de Zeus, y que tejen la vida de los hombres. Dependiendo de la versión de que se trate, cada una de ellas juega un papel distinto. Láquesis hila en el telar, Átropo devana o mide con una vara la extensión del hilo de la vida de cada ser humano, y Cloto, la menor de las tres hermanas, corta con sus tijeras fatales ese hilo, dando así la muerte.
Entre tanto, como tu papá, a seguir tejiendo.