
Hola, Vero.
¡Qué bueno que te diste la oportunidad de volver a hacer este ejercicio! Eso habla de constancia, de tenacidad, quizá la virtud más importante para poder desarrollar consistentemente cualquier práctica.
Lo que has hecho está bien, es un primer paso en la dirección “correcta” (correcta, no en un sentido moralinoso, sino en el sentido de mantener una disposición ecuánime y serena). Puedes todavía ir un poco más lejos, sobre todo cuando analizas qué está en tu poder y qué no. En tu poder está prevenir en cierta medida (y sólo en cierta medida) la posibilidad de un contagio; fuera de tu poder quedan todas las situaciones imprevistas que podrían traer ese (altamente dispreferido) contagio. Esto es tanto como decir que puedes ejercer tu potestad, manteniendo un temple ecuánime y obtener satisfacción de hacer las cosas que dependen de ti con excelencia, incluso en un ámbito tan ingrato como éste, donde ser excelente supone taparse la cara, alejarse de las personas, vigilar el tacto de las manos, «sanitizar» las cosas que llegan a tu casa, etcétera. No es que sea una aventura en sí misma placentera, pero puedes tomar el desafío como algo que solicita tu excelencia y encontrar una base de satisfacción en la disposición con que acometes el ir a la plaza o al mercado.
Me parece muy bueno que pongas también el acento en la belleza, en una disposición contemplativa, que esta situación de contingencia no te puede arrebatar si no lo permites: la belleza de los colores y las figuras de las hortalizas, la belleza geométrica de la disposición que están expuestas, etc. Eso es tremendamente importante en estos tiempos, porque, entre otras cosas, cuando hay contemplación, cuando mantenemos esa capacidad de observar, la mente se mantiene serena.
Me alegra mucho que hayas reincidido. También te agradezco enormemente tu comentario al texto que te envié.
Seguimos en contacto, Vero. Que estés bien.