
Hola, Chucho.
Qué bueno que decidiste continuar el diálogo. Yo no me quedé totalmente satisfecho con la respuesta que te di, me costaba elaborar algo y fue lo que pude hacer, por eso aprecio que lo hayas cuestionado y refinado.
En relación al miedo vs. precaución, es cierto lo que dices, la precaución, como tal, no se siente, a diferencia del miedo. Lo que se siente cuando uno ha actuado con precaución y sin miedo no es un “sentimiento” o una “sensación” de precaución como tal, sino lisa y llanamente tranquilidad, aplomo, satisfacción con uno mismo por haber tomado todos los recaudos y por haber analizado el asunto, habiendo concluido que, después de todo, ese mal por venir no es un auténtico mal. Es una sensación palpable, pero no de “precaución”, sino de esos otros atributos que mencioné antes.
Por último, sobre esa sensación de buena suerte, hay una parte de eso que es muy positiva, una especie de confianza en el porvenir. Se dice desde la antigüedad que a los valientes los acompaña la fortuna, pero esto no quiere decir sino que la valentía misma implica esa disposición de “llegado el caso sabré arreglármelas”. Claro que esto no es una confianza en la buena suerte o la buena fortuna y quizá aquí radique la diferencia con el espectro ilusoriamente optimista: él cree que la fortuna le será propicia; el valiente cree que él mismo será propicio para sí. Pero, una vez aclarado esto, si logras, por así decir, alquimizar ese espectro y tomar de él la confianza, el optimismo, sólo que transformándola de tal modo que esa buena suerte radique en tu buena disposición, en una confianza de que sabrás arreglártelas llegado el caso, puedes lograr que todo eso juegue a tu favor. No parece sencillo, pero quizá hay aquí un camino a explorar. En todo caso, ése sería el ejercicio estoico, ¿no es así? Confiar en lo que depende de ti. Si logras estar atento a la emergencia de ese espectro y, cada vez que surge, recordar esto, recordarte que es en ti, en tu propia excelencia, en lo que puedes confiar y abrigar optimismo, te habrás hecho amigo del monstruo y, como en el mito de la Medusa (o Gorgona), lo que antes era una amenaza, ahora será un aliado.