
¡Ah, he aquí un cambio importante en tu escritura!
Hasta ahora, tus textos se debatían en la antesala del ejercicio, como si fueran preludios. Aquí te entregas por completo. Es toda una diferencia.
No reflexionas qué pasaría si fuera tu último día, aquí, inclusive con la advertencia, sin duda pertinente, de lo difícil que es visualizar la magnitud del último día, te instalas en ese último día. Esto que has logrado, Alma Delia, es muy valioso y es la disposición ideal para cualquiera de los ejercicios anteriores: para anticiparte a los escenarios que te deparan los días (la expresión griega original, proendemein, quería decir, precisamente, INSTALARSE con antelación), para pararte ante las situaciones dispreferidas, etc.
Este trabajo tiene otra fuerza, otro involucramiento, y muchas de las ideas del curso aparecen expresadas de manera sencilla y profunda. No hay otra ganancia ni otra pérdida que aprender o no aprender de las cosas. No tiene caso culparse por lo que fue o no fue. El amor es lo más importante. La prisa es un sinsentido (lo que no quiere decir que en algunas ocasiones no haya que ser expedito, pero puede hacerse sin ansiedad).
El título, además, corona muy bien el texto, porque de eso se trata: la consciencia de la finitud tiene que encender el sentimiento de estar vivo.
Bravo.