
A primera vista, podría parecer que se habla de lo que observas desde tu ventana, como reza el título, pero el gran asunto de este texto, delicadamente equilibrado, donde confluyen registros diversos, desde lo poético y lo fantástico, hasta un realismo más descarnado, es la noche, la experiencia de la noche como un orden alterno, distinto de la vigilia y del día, que es el periodo en el que la mayoría de la humanidad se desenvuelve. Tu texto me hace evocar un magnífico cuento de Maupassant, titulado “La noche”, que comienza así:
«Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician». (Puedes leerlo aquí: https://ciudadseva.com/texto/la-noche/).
En este cuento, la noche es a la vez hermosa y terrorífica (como verás si lo lees, vale mucho la pena). También en tus variaciones nocturnas aparecen esos matices: el misterio, la magia, los aromas, los sonidos del grillo, pero también la muchacha que corre y la pregunta ineludible acerca de si correrá también peligro. Podría no haber ventana, pero seguiría habiendo noche en tus líneas, como si ella fuese el manto o el velo que deja ver, oír, oler y a la vez ocluyera los sentidos mucho más que un vidrio (roto). En suma, tu ventana es la noche, en ella observas, en ellas respiras, en ella te inicias en arcanos misterios.
Precioso texto.