
Este texto es como un contrapunto del texto anterior y tiene sentido: los espectros acusan una cierta irrealidad, mientras que la ventana, la consabida ventana, impone cierto realismo. Espero no haber yo presionado de manera áspera la semana pasada para que esta vez abandonaras toda posibilidad de fantasía o ensueño. Pero, más allá de esto, tengo que decir que el realismo, la descripción, la observación que consigna objetivamente el espacio, se te da muy bien, y no es nada fácil lograr una buena descripción. Logras representar de manera clara y con una atmósfera urbana muy palpable el espacio de las azoteas, los contrastes entre las construcciones y los rastros humanos con respecto al mundo natural de los yuyos, las espigas y los pájaros, que parecen inmiscuirse por donde pueden en medio de ese paisaje un poco abandonado. Algunos detalles son muy elocuentes: la botella de Coca Cola (quizá no hacía falta siquiera decir nada sobre el imperialismo, su sola aparición ahí da esa idea de imperar incluso en esa clase de lugares), la bandera desteñida, y esa frase llena de música, donde hay TInacos, TIliCHes, caCHivaCHes.
Más allá de lo anterior, algo interesante del texto es que aparece en tres ocasiones un caer en cuenta de algo, aun cuando se trate de una ventana por la que habrás mirado, supongo, varias veces. ¿No es llamativo cómo detenerse a observar trae novedades y revelaciones allí donde, en principio, creíamos que todo nos era más o menos conocido? ¿Qué otras cosas a las que les pasamos por el costado, o sobre las que nuestra vista planea, están agazapadas, en espera de ser descubiertas?
Por último, ¿es siempre triste la vista desde tu ventana? ¿Fue triste en el momento en que escribías? ¿Era la ventana o eras tú quien estaba triste?