
Magnífico trabajo, Jesús. Tienes una capacidad de autoobservación desarrollada, y la has puesto a trabajar, tanto en la exploración de tus diálogos o monólogos interiores, como en tus hypomnématas, con mucha agudeza. Me alegra constatar que los ejercicios han sido provechosos. Los has hecho a conciencia, con humildad, anticipando la posibilidad de que, incluso habiendo meditado algo, te ganen los viejos hábitos, y evaluando en la noche lo que todavía puedes hacer mejor, sin castigarte. Bravo. El tono, los argumentos que te das, son perfectamente justos.
En relación a la oración, en el sentido religioso del término, por supuesto que estos ejercicios no son, propiamente, oraciones o plegarias, pero tampoco están tan lejos y, si tienes el don de la fe, o esa conexión con lo divino, en algunas circunstancias puedes integrarlo en estas prácticas. Parte de lo que irás viendo en el curso, sobre todo en la semana que sigue, tiene que ver con ir refinando la observación de aquello que depende de ti. Tú aquí ya has desarrollado con sutileza algunas de esas cuestiones: comprender al otro en lugar de condenarlo, apelar a su razón en lugar de regañar, etc. Todo esto supone un ejercicio consciente sobre ti y tu relación con los otros, que involucra ciertas virtudes (paciencia, tolerancia, etc.). Identificar esas virtudes es una parte de todo esto, y quizá se acerca un poco a lo que dices sobre “escuchar esos pequeños destellos de lucidez que vienen de tu interior”. Escribir, al menos escribir este tipo de cosas, es fundamentalmente una escucha.
Sobre el libro de Marco Aurelio, sí, es una maravilla, un tesoro al que se puede regresar una y otra vez. Aquí, en el sitio, si te vas a la parte de abajo del todo, verás que hay un apartado que dice FILOSOFÍA HELENÍSTICA | DOCUMENTACIÓN, y ahí, un texto titulado “Marco Aurelio, un caso ejemplar de escritura de sí”. Es un breve prólogo que escribí para una edición de las Meditaciones; quizá te interese leerlo, porque va en el sentido de lo que mencionas. En cualquier caso, es más de lo mismo y no hay grandes novedades allí.
Por último, la palabra que mencioné es hypexairesis, “reserva”. Se usaba en general asociada a dos asuntos: (1) al impulso de las acciones, en el sentido de valerse de un impulso con reserva, es decir, un impulso capaz de recuperar la posición ante posibles contratiempos (que no te fueras con todo sobre algo, de tal manera que, si ese algo se malogra, tú quedas destrozado) y (2) a cierto tipo de frases o decires, conocidos como “fórmulas de reserva”, que oficiaban como recordatorios de cosas fundamentales. Por ejemplo, yo podría decir: “Te leo la semana que viene, si nada se opone”. Con esto, me recuerdo que lo que depende de mí es leerte y lo haré, pero que eso no está garantizado, porque hay un sinfín de condiciones que pueden oponerse (puedo quedar ciego, morir o simplemente tener que atender cuestiones inaplazables que me impidan leerte la semana que viene). Las expresiones cristianas del tipo “Primero Dios, nos vemos la semana que viene” son aproximadamente lo mismo.