
Es curioso, pero en tu texto hay una especie de tensión entre dos posiciones antagónicas. Por un lado, está la posición del devenir, la palabra escogida para el quinto día, que aparece también en el segundo, cuando te asombras de no ser ya la que fuiste cuando aquel amor fugaz del pasado (has devenido otra). Por otro, está la inmovilidad, la fijeza, la permanencia: el mismo día que se repite durante meses, la rutina desganada, el canto de los pájaros que ya no depara novedades. Una Ximena percibe la impermanencia, otra lo contrario. (No sé si estudias o has estudiado filosofía, como algunas personas que llegan a este taller, pero si fuera el caso te preguntaría: ¿Heráclito o Parménides?).
Desde la perspectiva de la inmutabilidad, ¿cómo encontrarle sentido a la vida?
Desde la perspectiva de la impermanencia: ¿cómo encontrarle sentido a la vida?
Una obvia ventaja de la segunda postura es que, puesto que todo cambia, también el sentido de la vida es dinámico y va cambiando, por lo cual, a la pregunta de si vas a poder encontrarle de nuevo sentido a la vida, cabe responder que, en el momento en que todo esto termine, encontrarás el sentido que tenga la vida en ese momento. Esta posibilidad queda en cambio cancelada desde la perspectiva inmutable.
Por último, las exigencias ajenas acerca de lo que tú debería ser, ¿no tienen acaso la misma textura que un sueño? ¿O acaso son algo sólido, con mayor realidad que un sueño fugaz? ¿O acaso son realmente algo más que lo que tú crees, en un momento, que otros creen (en un momento) que tú deberías ser?