
Dices bien: la posibilidad de que los espectros se disuelvan en el lago coincide con una mente en paz, porque el lago es la mente y los espectros, sus ilusiones.
El episodio de tu hermano afectó a todo tu sistema familiar y ha de haber tenido una multiplicidad de aristas, que van desde las que mencionas explícitamente, como el miedo a la locura y el desmoronamiento de una madre, hasta otras menos fáciles de identificar. Tu respuesta a eso, según dices, es la niña simpática de sonrisa bonita, con una tendencia hacia la locura. ¿Qué hay detrás de esa máscara simpática y risueña? ¿A quién le sonríe esa niña bonita y por qué, o mejor, para qué? Quizá aquí hay un espectro o un reflejo del espectro, porque el hermano que enloquece (en circunstancias forzadas) era, según dices, un hermano modelo. ¿No es esa niña, la menor de siete hermanos, con su sonrisa bonita y su simpatía, una niña modelo dentro del rol que ella cree encarnar en su familia? Y al ser la niña modelo, ¿no podría ella también enloquecer como su hermano modelo? ¿Qué buscaba esa niña al querer “modelar” y coquetear con la locura, en un cierto espejeo o imitación de su hermano modelo? Todo esto es, por supuesto, especulativo, pero quizá estas preguntas puedan arrojar luz sobre ese espectro -y arrojar luz es un modo de disolverlo, pues no se trata de hundirlo, sino simplemente de disolverlo, viendo que el espectro sólo es un espectro, una ilusión, y no algo real.
Un gran espectro ideológico: “infancia es destino”. Creer en esto es condenarse a volverlo verdadero y vivir bajo su yugo. Por lo pronto, es muy claro que lo contrario, “destino es infancia”, no se cumple. Puedes tener una infancia magnífica y un destino aciago. Quizá tu hermano es un testimonio de esto. Ahora bien, que la infancia tiene un peso decisivo, tremendo, condicionante, eso es innegable; que determina un destino es totalmente falso. La infancia condiciona en una dirección, pero tú tienes la posibilidad de hacer algo con esos condicionamientos; en eso estriba tu libertad. Que la infancia sea destino equivale a decir que tú estás condenada, de por vida, a ser una mujer simpática de sonrisa bonita, con tendencia a la locura. Pero ¿por qué esto habría de ser así? Ésa fue la respuesta que dio una niña, hace ya varios años, la que esa niña pudo dar en ese momento, bajo ESAS CONDICIONES. Es cierto que que todo eso dejó una impronta, una marca, una secuela profunda, tan profunda que seguramente ha latido de manera inconsciente. Pero no es destino, no es determinación unívoca, sino sólo condicionamiento, espectro. Las condiciones ya no son ésas, tú no eres ésa. Una vez que lo haces plenamente consciente (y esto no es sólo comprendiéndolo intelectualmente, sino que hay que atravesarlo y para eso la escritura ayuda), se revela espectral y pierde toda su fuerza. Entonces las aguas del lago ya no están turbias.
Es sumamente curioso que estemos teniendo esta conversación escrita entre ayer y hoy (10 de junio). Quizá ya es tiempo de despedir a ese espectro; la fecha parece propicia.