
La sensación de un paladar agraciado es, por supuesto, una interpretación, porque el paladar sólo puede en principio sentir sabores, esa es su función, y la gratitud es un asunto moral más complejo. Pero, al mismo tiempo, tiene mucho sentido el sentimiento de gratitud en una experiencia como ésta (quizá no del paladar, sino de tu consciencia en general), porque el modo como está dirigida la atención hace que uno/una esté plenamente receptivo, y la gratitud sólo puede brotar de esa disposición, que no prescribe sino que recibe y toma lo que llega sin más. Imagina si uno tuviera una expectativa rígida sobre el arándano y se dijera: “¡Este arándano debe saber así y así para poder satisfacerme!”. Además de que sería improbable encontrar satisfacción, jamás habría gratitud; en cambio cuando se está enteramente abierto a la experiencia, receptivo, todo lo que surge porta un cierto asombro, un cierto valor, y uno no puede por menos de sentirse agraciado.
Me alegra mucho que haya sido una linda experiencia.