
Hola, Angie.
Me alegra que la introducción te haya parecido interesante. En relación a tus preguntas, la primera es enorme, pero intentaré dar una respuesta más o menos sucinta. Estoicos y epicúreos, según lo que yo he llegado a estudiar y comprender de estas escuelas, tienen muchas más afinidades que diferencias, si bien el revestimiento conceptual es distinto en cada caso. Por ejemplo, el fin final de la vida (telos), para los estoicos, es la virtud; para los epicúreos, el placer. Esto parece una enorme diferencia. Pero cuando uno estudia la (fascinante) teoría del placer que propuso Epicuro, se ve que se trata de placeres contemplativos y morales (el placer de la imperturbabilidad es tenido por el máximo placer posible, según Epicuro), por lo que las diferencias se acortan significativamente.
Quizá la mayor diferencia entre estas escuelas, más que en materia ética, sea en materia política. Los estoicos consideran que se puede transformar a la comunidad valiéndose de las instituciones; de ahí que haya habido personajes tan involucrados en política, como Marco Aurelio, nada menos que emperador de Roma, o Séneca. Epicuro piensa distinto. Considera que una polis (comunidad) enferma no puede producir ciudadanos mentalmente sanos. Por lo tanto, funda su propia comunidad, conocida como el Jardín (del que hay muy pocos testimonios), una especie de comuna agrícola, donde vivía austeramente con sus discípulos (incluidas mujeres y esclavos, lo que no era común y habla de la enorme amplitud de Epicuro).
En relación a lo segundo, es difícil responder con precisión. Lo que sí está claro es que los propios estoicos hacen un retrato a veces un poco caricaturesco de su capacidad para sobrepujar las adversidades y eso les valió, desde muy temprano, esa idea de que son seres de piedra y que el estoicismo es básicamente un endurecimiento. ¡Nada más lejos! Pero si lees, por ejemplo, “Sobre la fortaleza del sabio”, de Séneca (puedes encontrarlo en pdf en la lección titulada FUENTES, dentro de los Diálogos de Séneca), podrás advertir ciertas exageraciones atribuidas al sabio. En realidad, los estoicos han sido malinterpretados casi desde sus inicios, y ya en Cicerón (siglos II-I a.n.e.) se ve esto con cierta claridad.