
Hay un primer mapeo de lo que sucede en tu mente y te das cuenta de cosas importantes: tu mente no está descansando, la gobiernan la ansiedad y la impaciencia, etcétera. Voy a intentar ayudarte a que puedas ver mejor lo que hay debajo de la ansiedad.
Un ejemplo es el enojo, que mencionas en el segundo párrafo, o la irritación de ser incomprendida. ¿Qué sucede, en términos de JUICIOS, es decir, CREENCIAS, cuando en la mente hay irritación o enojo?
Piénsalo estoicamente: ¿por qué habría de ser TU problema que los OTROS no te entiendan? Tu asunto es intentar darte a entender lo mejor posible, no que los otros efectivamente te entiendan. Si pones el valor en que los otros te entiendan, puesto que eso no depende de ti (sino de los otros), te exponen a sentir frustración, enojo, etc. Si pones el valor en tu intento de darte a entender, asumiendo de antemano que esto no significa que los otros, de hecho, te entiendan (como tú quieres que te entiendan), entonces si hay o no entendimiento ya no es tu problema, y por lo tanto no dependerás de eso.
Lo que sucede cuando te frustras porque los otros no te entienden es que percibes eso como un DAÑO, como algo que es en algún sentido perjudicial para ti. Pero ¿cómo habría de dañarte la interpretación que otro u otra hace de tus palabras? ¿Y por qué los otros habrían de interpretar lo que tú quieres que interpreten? Sólo si juzgas que eso es un daño, será un daño. Elimina ese juicio (pues es simplemente falso) y queda eliminado el daño. Considera esto cuidadosamente.
La paciencia es el primer antídoto contra la ira, porque lo que hace es establecer una pausa entre el sentimiento de haber sido injustamente dañada (sentimiento que, como intenté hacer ver, se funda en general en una creencia falsa) y la respuesta colérica. Puedes intentar desarrollar un reflejo de paciencia si estás atenta a tu ira y te dices: “Cada vez que surja en mí ira, haré una pausa, respiraré un momento, le diré a la ira: ‘ahora no'”. Prepara los días con respecto a esto, anticípate, elabora estas impresiones de enojo e irritación de antemano, de tal manera que, cuando lleguen, ya no tengan tanto poder sobre ti. Pero lo más importante es que puedas elaborar las situaciones potencialmente enojosas de acuerdo con lo que sugerí en el párrafo anterior, dándote cuenta de que no hay ese daño que crees haber recibido de manera injusta o inmerecida: esto sólo es una ficción de la mente (en la mayoría de los casos).
También en relación a ti misma, procura suavizar tus juicios. Una cosa es ser responsable, es decir, responder por las cosas que exigen atención; otra es ser un tirano y un esclavo de sí. Tiranizarse, esclavizarse no es tener un alto sentido del deber, o quizá sí, sólo en el sentido en que deber implica deuda (debo algo) y eso te coloca en la situación de ser una perpetua deudora de ti misma. ¿Puedes tener contigo misma una relación que esté más allá del deber y sea responsable contigo, incluso mucho más responsable que estar todo el tiempo saldando tus deudas? ¿Una responsabilidad hacia ti fundada en el cuidado, la comprensión y el amor? ¿No sería esto un modo de hacerte responsable de algo mucho más importante (sin por ello descuidar las tareas domésticas, pero, ante todo, sin descuidarte a ti)?
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