
Una palabra recurrente en tu texto es “insuficiencia”. Incluso en los ejemplos donde no aparece, la insuficiencia está implícita: no sentirte suficientemente atractiva para tu pareja, no sentir que los tiempos en los que haces las cosas son los suficientemente idóneos o que lo que has escrito es lo suficientemente adecuado. ¿De dónde proviene esta idea de insuficiencia? Investiguemos esto.
Que algo no sea suficiente, ¿qué quiere decir? En principio, que hay una medida, un grado o nivel a partir del cual hay suficiencia; ese grado basta a los efectos de cumplir con cierto propósito. Sin embargo, por debajo de esa medida, grado o nivel, lo que sea que esté en juego no alcanza: falta algo. La insuficiencia pone en juego una falta (concepto éste, que, hasta donde sé, es importante en psicoanálisis, especialmente en el de corte lacaniano). Pero ¿es así? ¿Falta algo? Esta es una pregunta decisiva y es importante investigarla sin preconceptos. ¿Realmente falta algo o esa falta es una fantasía de la mente y nada más?
Otra pregunta importante, íntimamente relacionada con todo esto: si ahora no es suficiente, ¿cuándo? Si notas, en los distintos casos que enumeras, lo que tú crees que falta es una especie de reconocimiento explícito: “La sesión me resulta es útil”, “Te ves guapa”, “Lo que has escrito está muy bien”. Pero la ausencia de esto no constituye una auténtica falta, porque nada de esto es auténticamente necesario. Tú haces tu mejor esfuerzo en tus sesiones, con tu pareja, en este curso, ¿no es eso suficiente? Los estoicos consideran que sí, si lo haces realmente con amor, de manera consciente. ¿Puedes equivocarte? ¡Por supuesto! Entonces la próxima vez lo harás teniendo en consideración ese yerro. ¿Dónde está la falta? Sólo en tu mente. Sólo en la ficción de que la ausencia de un reconocimiento explícito supone que algo no está bien contigo. El ejercicio de DETENER LA IMPRESIÓN es precisamente para esto, para que puedas ver este tipo de saltos injustificados. No tienes por qué seguir concediendo todas estas cosas. Tampoco tienes por qué comprender el origen biográfico de tu avidez por el reconocimiento (la impuntualidad de otros sería también una falta de reconocimiento). No hace falta, si logras darte cuenta de lo innecesaria y lo falaz que es toda esa fantasía. Pero para eso es importante que puedas desarrollar el hábito de detener esas impresiones de insuficiencia y desmontarlas, en lugar de asentir a los juicios que traen consigo (“no sirvo ya para esto”, “no le atraigo más”, “no me valora”, “debe pensar que he escrito puras tonterías”). Así ya no estarás envuelta en este tipo de representaciones. El hecho de que lo hayas reconocido con claridad es un muy buen primer paso. Ahora hay que seguir adelante.
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Esta respuesta fue modificada hace 3 años, 3 meses por
Gabriel Schutz.