
Muy bien, has reconocido algo significativo. Es cierto que, estrictamente hablando, cada quien es el responsable primero y último de su sufrimiento, pero no es menos cierto que uno puede favorecer o no que otra persona se sienta mal, y hacer esto o abstenerse de hacerlo es una decisión propia.
Te has dado cuenta de que lo que te reporta el flirteo es menor en comparación con el bienestar de tu novia y has hecho una pregunta muy aguda: si alcanzaras a satisfacer ese deseo (flirtear con otras mujeres), ¿qué sucedería? Nada. En todo caso, sólo un momento tan agradable como efímero, sin mayores consecuencias para ti, pero con posibles consecuencias para tu novia. El reconocimiento de que NO ES NECESARIO, de que no necesitas eso, es fundamental y certero. Bravo.
Ahora bien, si tienes el hábito de flirtear y estás determinado a desmontarlo, tienes, por así decir, que oponer una inercia de sentido contrario. Tu hábito se fundaba en la creencia (probablemente no del todo consciente) sobre la necesidad de flirtear con diversas mujeres; ahora, para contrarrestar ese hábito, esa marca o huella que llevas en ti, es importante que te anticipes a él y lo detengas a tiempo. De lo contrario, el automatismo será más rápido que tú. Date la posibilidad de anticipar durante algunas semanas, cada día, este asunto, de tal modo que, antes de que te asalte el impulso de flirtear, ya estés consciente de su futilidad. Procura hacer los ejercicios estoicos de anticipación, escribiendo, o tomándote, al menos, un tiempo a solas, para razonar todo esto contigo mismo y tomar posición.