
Es claro que tienes una larga experiencia en todas estas cosas, y que has aprendido a reconocer con bastante precisión lo que surge en tu mente y te perturba. Si notas, la avidez de reconocimiento y la aversión al no-reconocimiento son dos caras de la misma moneda. Más que fortaleza o templanza, que son dos de las virtudes cardinales de la antigüedad helénica, aquí se trata de ver claro, ver con perfecta lucidez. ¿Qué tiene que ver contigo lo que alguien piense o diga en un momento, incluso si sus pensamientos o palabras te tienen por referente? Sólo tiene que ver contigo en la medida en que hagas tuyos esos juicios, en la medida en que te identifiques con ellos (yo soy esos juicios). Y sin embargo, todo eso es manifiestamente falso, ¿no es así? Tú no eres lo que otros piensan o dicen. Y esto vale tanto para los juicios “positivos” como para los “negativos”. “¡Oh, Guillermo, ese ser humano maravilloso, un protohombre ejemplar!”, “¡Oh, Guillermo, ese hombrecillo apocado!”. ¿Qué tiene todo esto que ver contigo? Considera esto detenidamente.
¿Cuál sería la impresión cataléptica, filtrada, perfectamente lúcida, sobre un halago o una reprobación? ¿Cómo se percibirían, desde esta perspectiva, esas dos situaciones? Por supuesto, el halago es agradable al oído, la reprobación, desagradable. De acuerdo, puedes experimentar, a nivel sensual (de los sentidos) el agrado o el desagrado, sólo se trata de que lo dejes en ese lugar, como un agrado o desagrado pasajero que no tiene nada que ver contigo si tú no lo concedes, por lo tanto, que ni te daña ni te beneficia. Intenta mantener una atención firme sobre este asunto durante algunas semanas más, anticipándote, de preferencia por escrito, en un cuaderno: “Hoy, cuando me sorprenda ávido de reconocimiento o temeroso de rechazo, recordaré que […] Si recibo un halago, lo tomaré así y así; si una reprobación, lo tomaré de la misma manera… “. Si te das la oportunidad de elaborar diariamente este asunto (no importa que sea repetitivo), anticipándote y generando una respuesta en tu mente que pueda adelantarse a la avidez o aversión que suscitan estas situaciones, en algún tiempo tendrás dominio sobre esas representaciones y ya no te resultarán perturbadoras.