
Qué interesante, Omar. En efecto, tienes una vieja (no sé si también añeja) relación con la muerte. No tengo esta vez demasiado que decir, tú lo tienes ya muy elaborado, pero hay sí algo a señalar. Lo que te perturba es la impresión que puede causar tu muerte en otros (tus seres queridos). Dices que no le deseas a nadie lo que te tocó vivir con la muerte de tu papá. Pero mira, eso te ha llevado a convertirte en tanatólogo y esto, a su vez, te ha permitido acompañar a otros a morir, así como a sus familiares, lo que, dices, ha sido de las mejores cosas que has hecho en tu vida. Por supuesto que no le deseas un hondo sufrimiento a tus seres queridos (idealmente, a nadie), pero lo que provoca la muerte no es sólo sufrimiento, es comprensión, evolución, sabiduría, y tú eres el mejor testigo de todo esto, dada la vía alquímica que transitaste al convertir el dolor por la muerte de tu papá en aprendizaje, discernimiento, generosidad, bondad y un largo etcétera. El estoico te diría: no es tu asunto el sufrimiento de los otros, sí intentar aliviarlo. Pero claro, una vez muerto, uno no puede intentar aliviar a los demás. Eventualmente puedes decirles, antes de morir, las cosas que escribiste aquí, que has vivido bien, etcétera, pero eso sólo será un paliativo (aunque puede ser muy significativo). Esto sólo demuestra que el asunto de los otros es de los otros y que no te compete a ti resolverlo. A ti te compitió elaborar el duelo de la muerte de tu papá (no a tu papá) y de la misma manera les competirá a tus seres queridos elaborar tu muerte. Realmente no es tu asunto. Realmente esto es así. Querer apropiarte de eso, además de traer una ilusión, un sufrimiento innecesario, es en cierto modo arrogarte potestades que van más allá de tu esfera, precisamente porque eres mortal, pequeñito, finito, como somos todos, y aceptar el hecho de morir es también aceptar esta pequeñez, esta finitud, y dejar en manos de los otros lo que es cosa de los otros. A cada quien su karma.