
Sí, por supuesto que es duro hacerle frente a estas cosas y, seguramente sentimos, sobre todo cuando se trata de personas jóvenes, eso que dijo un gran filósofo del siglo XX (E. Lévinas), que toda muerte es prematura. Los estoicos piensan lo opuesto: toda muerte es justa, aunque no podamos captar esto. Desde luego, es una posición muy dura, especialmente cuando se ven envueltos los hijos y todos quienes somos padres nada tememos más en esta vida. Pero no creo que el hecho de considerar esta posibilidad, con todo el miedo, el pavor que da, constituya una atracción. El punto de los estoicos es que, si uno no niega la posibilidad, sino que está consciente de ella, en caso de que suceda algo así, se estará un poquito mejor preparado para el duelo. Eso es todo. En budismo hay una leyenda de una madre que ha perdido a sus hijos y llega al Buddha desconsolada, refiriéndole su situación. El Buddha le dice que toque la puerta de las casas del pueblo y pregunte si alguien se ha muerto. En todas las casas, para sorpresa de esta mujer, alguien ha muerto. Es un poco la misma idea con los estoicos: todos somos mortales y es importante tenerlo presente, porque esto es también parte de mirar con lucidez las cosas tal como son.
(En la leyenda budista, esta mujer, después de constatar que la muerte es ubicua, se convierte al budismo y obtiene, tras cierto tiempo, una gran iluminación).