
Lo primero que me parece importante de este magnífico texto es el honesto esfuerzo por entender el ethos, el ordo amoris de tu mamá, revisando su historia, remontándote a las condiciones de su propia crianza y formación. ¿Por qué ella es como es? Esto ya es, en sí mismo, un acto de amor: comprender al otro sin juzgarlo, ir más allá de nuestras propias creencias e inclinaciones, pues el asunto no somos nosotros, sino el otro. De ahí surge esta representación de tu mamá: una mujer que, por las circunstancias materiales de su infancia y adolescencia, dependió de un hombre al que no quiso, con el que fue infeliz y que creyó encontrar la redención en una presunta independencia, no sólo económica, sino afectiva. Siendo que para ella esto ha sido la clave de un cambio sumamente significativo, es natural pensar que quisiera lo mismo para sus hijas. Pero esto no quiere decir que sus hijas quieran o necesiten lo mismo.
¿Qué habrá interpretado la niña que fuiste tú y más tarde la adolescente que fuiste tú? Lo que se deja leer en tu texto es una cierta suspicacia sobre la felicidad de tu mamá, como si hubiera algo falso o inverosímil: “se designó una persona perfecta” (lo que constituiría de suyo una gran falla); “aliviar la situación, según ella”; además del hartazgo que asocias con su felicidad (hartazgo tuyo, no de ella). En todo caso, en esa felicidad has visto algo pueril, quizá inconsistente, y el modo de responder a eso, por lo que parece, fue ubicarte en las antípodas: la melancolía. Después aparece el tema de las almas gemelas, que habría que tomar con mucho cuidado (personalmente, creo que nunca jamás debería decírsele a nadie, y muchísimo menos a un hijo o hija, que es alma gemela de nosotros -además de que me parece cuestionable la idea misma de almas gemelas-, pues eso ejerce un fuerte condicionamiento sobre el otro). Pero, independientemente de esto último, lo que tú observas es que tu posición acerca de la dependencia/independencia es ambivalente. Estar en las antípodas, depender, no funciona, te genera un sentimiento de deslealtad hacia las enseñanzas de tu madre y te produce sospechas sobre lo que los otros harán contigo si dependes. Ser independiente, tampoco funciona, la soledad te ha resultado depresiva.
Un punto importante es que si te ubicas en la negación, en ser el antisujeto de tu mamá, si asumes la posición exactamente opuesta, de todos modos sigues bajo su condicionamiento, porque no estas escogiendo tu camino libremente, sino por oposición a ella. No se trata ni de ser fiel a sus creencias, por el simple hecho de que ella sea tu mamá, ni de ser exactamente lo contrario: en los dos casos DEPENDES de ella. La independencia no es un asunto de soledad o no soledad, sino de criterio, de pensamiento. Estrictamente hablando, en un sentido auténticamente profundo, todo depende de todo para ser. ¿Viviría el árbol sin la tierra, sin la lluvia, sin el sol, sin todo lo que hace que el árbol se conserve, todo eso que es no-árbol y al mismo tiempo las condiciones que sostienen al árbol? ¿Viviríamos nosotros sin el trabajo de los demás, sin los cultivos de los agricultores, sin los transportistas que llevan los alimentos y los distribuyen, sin el agua y los acueductos construidos por otros? ¿Viviríamos sin amor? Un bebé que no es tocado se muere. Así de sencillo y contundente. Todo depende de todo. No hay nada que sea por sí mismo con independencia de todo lo demás. Como se dice en budismo: todo surge en dependencia de condiciones; es el entramado de la existencia.
Pero esto no quiere decir que uno deba depender afectivamente del juicio de los otros, del criterio de los otros ni mucho menos que se condene a vivir una vida familiar donde todos sean deplorablemente extraños. ¿Por qué habría de ser así? El hombre que le endilgaron a tu mamá fue un extraño para ella, ésa fue su experiencia, punto, ahí termina. Es posible construir relaciones amorosas, de confianza y apertura, incluso relaciones familiares así. Entonces, no se trata de soledad o no soledad, se trata de vivir una vida que pueda sostenerse en vínculos afectivos significativos, basados en el amor. Es verdad que al auténtico amor no produce dependencia, porque en el auténtico amor yo procuro el bien del otro, incluso por encima del mío, como sucede a menudo en el amor de los padres y madres a los hijos. Hay dependencia cuando yo deposito mi propio bien en otro, por ejemplo, en ser correspondido por el otro. El amor romántico tiene mucho de esto. Realmente me enamoro del modo como me ama la otra persona, del reflejo que me devuelve con su amor; por eso es un tipo de amor posesivo, que genera muchísimo sufrimiento si no es trascendido (como le sucede a Werther). Ahí sí hay dependencia y no hay propiamente amor.
Por lo tanto, no se trata de aislarse como prueba de una supuesta independencia que, de todos modos, es falsa. Tu mamá depende de muchísimas cosas que quizá no reconoce, porque todo es interdependiente. Aquí el asunto es que, sea por “obedecerla” o por “negarla”, tú puedas hacer consciente, como ya has hecho en parte con enorme valor y agudeza en este texto, en qué dependes de tu mamá y trascender eso labrando tu propio camino, que ella no tiene por qué aprobar (y si ella se arroga semejante potestad, negaría su propia enseñanza). Puedes ser independiente en aquellas cosas que consideres que hay que ser independiente, y asumir tu dependencia en aquellas otras en las que sería tonto negar que dependemos de los demás.