
Hola, Carolina. Responderé por orden a tus preguntas:
Lo que se busca con la anticipación no es anticipar el malestar, sino anticipar la situación que consideras potencialmente disparadora de un malestar y comprenderla o interpretarla de tal modo que puedas darte cuenta por qué no tiene que perturbarte. Esto implica un cierto análisis, siguiendo las ideas que hemos visto en el curso anteriormente (y a las que se sumarán otras, más adelante). En relación al ejemplo que propones: anticipas que te llegará una petición desmesurada. Tu reacción habitual es irritarte, ¿por qué? ¿Puedes ver esto con detenimiento? Posiblemente consideres que es injusto, que te está explotando, o algo más o menos parecido a esto. Entonces surge la ira. ¿Qué es la ira? La creencia de que alguien me ha inferido un daño doloso e injusto, que es apropiado regresar (el apetito de regresar ese supuesto daño). Pero ¿es así? Que tu jefe exija algo, sea lo que fuere, ¿es un daño para ti? ¿O el daño viene dado por la interpretación que haces de esto y los juicios que están envueltos en ella (“me explotan”, “esto es injusto”, lo que fuere)? ¿O lo que hay de fondo es que te irritas CONTIGO MISMA por dejar que te exijan tres cosas a la vez? ¿Dónde está el daño y quién lo infiere? Anticiparse quiere decir estudiar todo esto con detenimiento. Quizá te irritas contigo misma por no poner un límite (a menudo la ira tiene que ver con no haber puesto un límite), por no formular una petición amable, pero firme, en la que puedas decir que escapa a tus posibilidades hacer tres cosas a la vez. De nuevo: ¿dónde está el daño y qué es exactamente lo que lo causa? Si logras ver esto con claridad y tomas las riendas de aquello que depende de ti, estarás en condiciones de pararte ante esa situación de un modo distinto, nuevo, creativo, que no repita el patrón de la irritación.
No puedes hacer tres cosas a la vez, por lo tanto no las harás: ¿qué caso tiene, además, irritarte?
En relación a lo segundo, cambiar profundamente un juicio evaluativo, interpretar realmente de otro modo las situaciones (dónde está el valor), si bien es un asunto “mental”, judicativo, atañe, según los estoicos, a un compromiso profundo con el valor o disvalor de algo y eso es materia del “principio rector” (lo que nos gobierna). Esto lo verás con mayor claridad en la lección sobre asentimientos. No se trata de simplemente pensar que, pongamos, fumar me hace mal, porque sólo pensarlo, coquetear con la idea, no produce nada y puedo seguir fumando a la vez que me dicho: “Oh, qué malo es el tabaco para la salud”. Aquí no hay auténtico conocimiento de eso que se dice. Se trata de una comprensión tal en la que capto realmente el mal de fumar y entonces mi mente-espíritu, por ponerlo en tus términos (en el lenguaje estoico, el principio rector), ya no ASIENTE o aprueba la idea de que, pongamos, el cigarrillo tiene algún bien que ofrecer, sino que se ha comprometido entera y profundamente con su disvalor. Pero reitero que todo esto se ve más claro en la lección sobre asentimientos. Un razonamiento muy claro y muy preciso, cuando logra desenmarañar las interpretaciones distorsionadas que solemos hacer de las cosas, trae de suyo esta percatación, este conocimiento que he intentado describir en muy breves palabras. Cuando puedes ver con plena claridad qué depende de ti y qué no, qué puedes hacer y qué no, qué resultados cabe esperar, si hay daño o no hay daño real, etcétera, como dices, esto hace “aparecer” la situación de otro modo y las perturbaciones asociadas a ella se diluyen. Anticipar es considerar todo esto con detenimiento y diluir el malestar de antemano, para que, una vez que tenga lugar la situación, no te perturbe.
Por último, en relación a personas con trastornos significativos de sus capacidades cognitivas, por supuesto que no pueden ejercer su albedrío con “normalidad” y, por lo tanto, esto no funciona para ellos.
Espero que estas palabras arrojen un poco de luz a tus inquietudes. Si no es el caso o sobrevive alguna duda, déjame saberla.