
Bueno, parece que has llegado a una especie de saludable negociación con tu espectro; de otro modo, difícilmente podrías dirigirte a él bajo una expresión afectuosa (¿o será que le temes tanto, que te diriges de ese modo para no irritarlo?). Por otro lado, tú misma confiesas el placer que te dan el orden, la limpieza, la pulcritud, incluso, me animo a decir, tu propia excelencia a la hora de ejercer estas habilidades. Cuando esto sucede, no hay quizá siquiera espectralidad: es tu propia voluntad la que está operando y no un condicionamiento inconsciente.
Y sin embargo, ¿por qué conceder que este perfeccionismo doméstico coarte ciertas libertades, disminuya tal vez otras posibilidades que se ven así anuladas o limitadas? Es indudable que una casa limpia y ordenada es mucho más agradable que una sucia y desordenada, pero el precio puede ser alto si cancela otras potencias, no menos importantes, de tu persona. ¿Qué es lo que está detrás de la consigna inflexible sobre la limpieza, de eso que llamas obsesión? ¿Es algo sobre el ser mujer? ¿Y por qué estás sola en esto y no hay ayuda de nadie? ¿No hay en esta soledad alguna creencia espectral sobre tus deberes, mandatos, etcétera, que eventualmente te impide manifestar tu fatiga, tu eventual hastío, o simplemente pedir ayuda? ¿No hay detrás de este espectro creencias sobre género y roles (creencias heredadas, quizá, de tu madre y tu abuela)? ¿No existiría una posibilidad mejor, una negociación mejor, donde los asuntos de la casa no se vieran descuidados, pero tampoco descuidaras tú las cosas que eventualmente quedan de lado bajo el imperio de este espectro? Desde luego, sólo son preguntas. La idea es tirar el espectro al lago.