
¿No es interesante advertir cómo la ventana es hacia fuera y hacia dentro? ¿Qué hay en medio de ese afuera y ese adentro? ¿Cuál es el límite o la frontera? Uno tiende a decir “el yo”, pero entonces viene la pregunta más complicada: ¿qué o quién es ese yo?
En tu ventana se entretejen las plantas y las enredaderas con preocupaciones sociales, la tristeza y el desvelo por la suerte de una persona querida, la alegría por el desarrollo natural de un árbol, el recuerdo de una comida agradable, la preocupación por un amiga, la reflexión sobre la impermanencia y las edades…
Solemos pensar nuestros días en términos fácticos: hice esto y esto otro, no alcancé a hacer aquéllo, pero la textura íntima de nuestros días, de nuestras vidas, se parecen más a esto que describes tú a través de tu ventana. La vida es la vida de la conciencia y, para poder tener conciencia de ella (conciencia de la conciencia), para vivir con atención y no dormidos, es necesario detenerse y contemplar. Meditar no es otra cosa que eso: detenerse (samatta) y contemplar (vipassana) -pongo entre paréntesis las expresiones en sánscrito del sistema tradicional de meditación budista, porque se constituye precisamente de estas dos partes y eso es lo que has hecho.
Escribir, entonces, incluso cuando se trata de algo tan simple como escribir sobre una y la misma ventana (que nunca es una y la misma) puede ser profundamente contemplativo, y es un modo de activar una observación atenta que a menudo vamos extraviamos entre las urgencias y los automatismos.
Claudia tenía y tiene razón: eres una buena observadora y además escribes muy bien lo que observas.