
No importa demasiado entender la consigna del ejercicio, aunque es cierto que éste, en particular, es quizá el más críptico. Lo importante es que, lo que quiera que sea que entiendas, te mueva a escribir.
Algunos espectros han aparecido en tu texto. El espectro de Javier, el espectro de Carlos. ¿Por qué añorarías algo de ellos, sabiendo (en cierta medida) que esa añoranza es mera ilusión, si no fueran ellos, lo que te representas de ellos, ilusorio, espectral? Cuando no hay espectros, la percepción es clara y las cosas son lo que son, no originan deseos vanos, nostalgias, nada. ¿Por qué sentir nostalgia de lo que ya no es, si ya no es? He ahí un espectro posible.
Otros, en lugar de presentarse como espectros del pasado, lo hacen como espectros del futuro. ¿Qué clase de velo, de ilusión, de yerro cognitivo se manifiesta, por ejemplo, para hacerte procrastinar? ¿Con qué fantasías se presenta el horizonte del futuro? (A veces no hay ahí espectros, sólo es cansancio).
Y luego está el espectro del peso y la medida. Tú misma lo expresas de un modo insuperablemente elocuente: 600 gramos pesan una tonelada. Está claro que hay, entonces, 999 kilos y 400 gramos de peso espectral. ¿De qué está hecho ese peso? ¿Qué es lo que le da existencia? ¿Qué creencias sobre ti y sobre los otros lo magnifican? Esos son los espectros que, siguiendo a Blake, conviene tirar al lago. Si puedes, intenta, sobre todo, investigar éste.
El de ser o no ser poeta/poetiza, en cambio, lo tienes al parecer muy elaborado; tanto así que escribes poéticamente sin cuidarte de si eso te convierte en poeta o no. Como dices, simplemente eres. Pero, precisamente, poder SER de manera absoluta y cabal implica que no haya nada que pueda empañar este momento con algo que no es. Y esos “pseudoseres”, por así decir, esas fantasías, ilusiones de la mente, ¡ésos son precisamente los espectros que nos joden la vida!