
Ahora me queda todo claro. Es interesante, porque me pareció adivinar la posibilidad de que uno de los hijos se hubiera ahogado en el lago, pero sólo alcancé a intuirlo. Hemingway decía que un buen cuento es como un iceberg: lo mejor nunca se dice (como el iceberg, siete de cuyas ochos partes quedan sumergidas en el agua). El efecto de no decir lo más importante siempre es interesante, a veces perturbador. Algo de eso sucede en tu texto. Hemingway fue un maestro en esto y uno de mis cuentistas favoritos, Raymond Carver, lo hace de manera magistral. El problema, que es un problema al que debe enfrentarse cualquier persona que narre una historia, es si tanta implicación no pone en peligro la inteligibilidad del relato. Pero de esto se aprende algo importante y es a tener conciencia de cuánto queremos decir y cuánto callar, qué tanto explicitamos y qué tanto implicamos. Creo que es de las cosas más importantes que se aprenden cuando se intenta narrar y es parte de lo que sucede con tu relato. Tú tomaste el riesgo de intentar no decir lo más importante de manera explícita y me parece un riesgo que vale la pena asumir. Ya los lectores te dirán luego si es preciso matizar esa decisión, como quizá sea el caso aquí.
Ánimo con lo que sigue, Bonifacia. Tómamte el tiempo que necesites, nadie te corre.