
¿Hay Ítaca en el cuerpo? ¿Hay Ítaca en algún lugar?
Es claro que la memoria no puede ser sino cuerpo, porque memorizar exige un soporte material donde inhiera aquello que es memorizado (como el ejemplo platónico del sello en la cera), y este soporte es, sin duda, es el cuerpo mismo. El cuerpo es, pues, nuestro inconsciente, no hay exageración ni hallazgo en esta idea: Reich. Pero el cuerpo, como la maternidad, como la carretera, en fin, como todo, es impermanente, y esto lo ves con total claridad. Entonces, si es impermanente, ¿dónde está esa Ítaca corporal? ¿Hay regreso? ¿No lo desmiente la propia impermanencia?
Esta idea, anicca, impermanencia en pali, la lengua en la que se expresó el Buddha histórico (Siddharta Gautama), deriva, ya desde el budismo más temprano, de otra noción más profunda: anatta (anatman en sánscrito), ausencia de yo. ¿Dónde está el yo, esa presunta esencia que llamamos “yo”? ¿Está en el cuerpo? ¿En otra parte? Y si, como sostiene el budismo, no hay yo, sino que el yo es precisamente la ilusión, el problema raíz, ¿no es toda narrativa de sí un autoengaño? Quizá no, con tal de que se sepa provisional, un simple trazo más que surge y se desvanece como la estela de un barco en el océano: en el océano de la existencia.
Todo esto quiere cuestionar, amablemente, la idea de que uno es lo que se cuenta, como plantea el título de tu texto. En cierto modo sí, pero ahí lo único que sucede son variaciones de un problema que jamás se resuelve de fondo, porque persiste la IDENTIFICACIÓN con alguna historia (no importa cuál). Quizá no seamos SÓLO lo que nos contamos, sino algo que está mucho más allá de narrativas. Quizá seamos el océanos, el cosmos. Quizá no identificarse con historias sobre uno mismo sea una especie de “todoposibilidad” tremendamente liberadora.
Precioso leerte. Gracias, Mariana. Bienvenida.
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Gabriel Schutz.