
Dices bien: la felicidad no puede germinar si sólo existe un vacío obscuro que oprime el alma. También ahí afuera el cielo era obscuro y oprimente el 3 de octubre, lo que hace pensar que el carácter opresivo no era cosa del cielo como tal, sino, por así decir, de tu propio cielo interior, que se veía proyectado en esa atmósfera externa. El mundo es en cierto modo la tela donde proyectamos el teatro de nuestra alma. Pero ¿es que sólo existe un vacío obscuro que la oprime? ¿Sólo hay eso?
En muchas tradiciones antiguas, proverbialmente en el budismo (también en el taoísmo) el vacío es tenido por el origen de todo lo que es: sunyata. Se puede ver el vacío como un yermo, como una nada, nada de nada, aridez, ausencia, obscuridad opresora, pero esa misma espaciosidad es también un CLARO, un espacio para la manifestación de algo. Si estoy sediento, la visión del vaso vacío me resultará casi dramática, porque lo que percibo allí es el no-haber de algo, la falta. Pero si no estoy sediento, el vaso vacío es pura posibilidad. Puede llenarse de agua, de té, de vino, de whisky o de cualquier otra cosa: es potencialidad absoluta.
No habría renovación sin vacío, simplemente no habría vida. “La posibilidad de dar vida” tiene que ver precisamente con ese espacio originario de pura potencia. Un útero es eso, es un espacio “vacío”, lleno de potencia y es en esa vacuidad donde puede ser acogida la vida. Pero si el vacío está lleno de antemano, no hay potencia. Si el vaso está lleno, no PUEDE contener nada más que lo que contiene de hecho. El universo mismo es potencia renovándose incesantemente. Éste es el carácter mismo de la vida y esa renovación es posible, precisamente, porque lo viejo cede espacio a lo nuevo: porque las hojas mustias mueren en otoño. Puedes verlo desde una perspectiva fúnebre, pero el caso es que sin otoño ni invierno, no habría primavera ni verano.
¿Qué es dar vida? ¿Es traer un hijo al mundo? Sin duda, ésa parece en principio una manera, aunque no puedo dejar de sospechar de la expresión. ¿Acaso alguien de nosotros DA vida? ¿No es esto una declaración demasiado omnipotente, precisamente ante la magnificencia de la Vida? ¿Dar a luz es dar vida? ¿Tú, alguna mujer, tiene la capacidad de DAR vida? ¿El hombre que siembra su esperma en la matriz de la mujer DA vida? ¿O más bien somos parte de la Vida, cuya naturaleza misma es perpetuarse y sucede más bien que la Vida se da ella misma, se ofrenda, a través de nosotros? Una evidencia en este sentido es que no basta con la sola voluntad para “dar” vida.
Pero volviendo a la pregunta, ¿qué sería la posibilidad de “dar” vida, aun con las reservas que pueda tener yo sobre el verbo dar en este caso? Si la vida es la renovación incesante de esa potencia, de ese claro primordial del que todo surge, ¿no sería “dar” vida permitirle al claro que se manifieste? ¿No es escribir dar vida también, en este sentido? Del papel vacío, en blanco, surge algo que no existía antes (y aquí la misma sospecha: ¿soy yo, el que escribe, quien DA vida a un texto, o es en cierto modo a través de mí, de una disposición receptiva, humilde y al mismo tiempo resuelta, que me abro para acoger las palabras que llegan y ponerlas una detrás de otra, tal y como estoy haciendo ahora?).
Pero esto implica abrirse, abrir ese corazoncito (y es lo que estás haciendo aquí también y lo aprecio y recibo con gratitud), y dejar que se manifieste lo que hay, por encima de tus preferencias. Posiblemente, preferirías que hubiera alegría en lugar de tristeza, luz en lugar de obscuridad, pero lo que hay ahora, lo que toca (lo que SE DA) es esto que has escrito, esta tristeza, este vacío obscuro; tal vez, ese dolor antiguo y profundo. Hacerle espacio, permitir que se manifieste es el primer paso para poder atravesarlo y disolverlo. No es algo que se pueda eludir, evitar o negar: ahí está y por eso se manifiesta cuando escribes, porque escribir es abrir ese espacio de potencias también, y ver lo que hay, lo que es tal como es.
No se trata del cielo lluvioso, ni de las hojas que mueren, ni de tener hijos o no tenerlos (si es que leo bien esa parte), se trata de, como se dice en budismo, atravesar el río del dolor con una buena balsa que te permita hacerlo de manera contenida, porque del otro lado, en la otra orilla, está ese “más allá del dolor” que es claridad y gozo.
Aquí sigo, estoy para ti en lo que pueda apoyarte.